Los países más pobres atesoran la mayor diversidad biológica
Diversidad biológica,
pobreza y cooperación
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Con esta lúcida introducción a unos de los problemas más acuciantes de nuestro
tiempo, iniciamos una serie de artículos dedicados a destacar los proyectos de
cooperación con América Latina y la cuenca del Mediterráneo financiados por
España. En concreto, aquellos que pueden considerarse ejemplares a la hora de
entrelazar conservación de la naturaleza con desarrollo sostenible. Nos ocuparemos ahora de establecer un marco general, pero en meses sucesivos prestaremos
atención a los logros obtenidos por los programas Araucaria y Azahar,
impulsados por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI).
La diversidad es la sal de la vida y, como veremos, también el plato principal. Qué triste sería si cada día fuera como el anterior o siempre comiéramos lo mismo. Sin embargo, la diversidad es precisamente la esencia de la naturaleza, la riqueza de elementos y estructuras, su inigualable variabilidad espacial y temporal, y su permanente evolución. Esta variabilidad se ha dado en llamar “biodiversidad”. Mejor descrita como “diversidad biológica”, es un concepto difícil de definir. En su sentido más amplio, significa la variedad de la vida en la Tierra. Como intuitivamente suponemos, abarca todas las especies de plantas, animales y microorganismos, además de la variabilidad genética dentro de una misma especie, que es el caso, por ejemplo, de las formas domésticas. Pero, para el Convenio de Biodiversidad de 1992, el concepto tiene un sentido más amplio e incluye a la diversidad de hábitats y condiciones ecológicas que permiten la supervivencia y las evolución de las especies, así como a los flujos de materia y energía que circulan en todos los ecosistemas.