En memoria del gran naturalista David Gómez Samitier

Conocí a David en 1979. Nos sorprendimos mutuamente en un muladar del norte de la provincia de Huesca, observando buitres. Extraño lugar para pasar el rato ¿no? Empezamos a hablar de pájaros y tal era nuestra pasión por ellos que aquel mismo día pusimos en común proyectos para ayudarles.

Dirigidos por nuestra intuición, pues los conocimientos sobre la fauna carroñera eran entonces bastante escasos, la primera idea que surgió fue la de crear pequeños “comederos volantes”, sobre todo en zonas de quebrantahuesos (Gypaetus barbatus). El objetivo sería ayudar a las parejas con pollos a superar los primeros meses de vida de éstos.

Cada uno, cuando se lo permitían sus ocupaciones, se iba a la montaña –Pirineo oscense o sierra de Guara– a subir la comida, mochila al hombro. Cuanto más inaccesibles estaban los nidos, más posibilidades de supervivencia y más horas de penoso trayecto, claro.