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Los vigilantes del oso pardo

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
En compañía de las patrullas de la Fundación Oso Pardo, nos adentramos en el
santuario de la gran fauna cantábrica y comprobamos sobre el terreno el día a día de una nueva forma de trabajar en conservación, basada en la complicidad con
el mundo rural y la alianza con cazadores y otros sectores estratégicos.
Suena el móvil en un robledal del Parque Natural de las Fuentes del Narcea. La patrulla que cubre este espacio protegido asturiano recibe el encargo de Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP), de acercarse lo antes posible a Laciana, en la otra vertiente de la cordillera. Las instrucciones son ayudar a los compañeros que trabajan en esa comarca leonesa en un posible caso de veneno: los restos de un caballo hallados junto a un regato de montaña.

Es mediodía y debemos interrumpir la búsqueda de rastros. Acabábamos de localizar en una ladera boscosa de la cabecera del río Cibea, cerca del pueblo de Genestoso, un mordisco de oso en un fresno, con la marca inconfundible de los cuatro colmillos. En un tramo de apenas dos kilómetros, Adrián y Aníbal ya me habían enseñado algunos troncos descortezados, ramas tronchadas e incluso restos de pelos, todo ello indicativo del paso reciente de un animal, seguramente un macho adulto. Pero ahora la prioridad es otra y hay que marcharse de allí.
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