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2011 AÑO INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES La laurisilva vertebra el desarrollo sostenible de La Gomera

Garajonay: 25 años de Patrimonio Mundial y 30 de Parque Nacional

La laurisilva de nieblas, rica en plantas epífitas, conforma uno de los escenarios más misteriosos de Garajonay (FOTO: ÁNGEL B. FERNÁNDEZ).
La laurisilva de nieblas, rica en plantas epífitas, conforma uno de los escenarios más misteriosos de Garajonay (FOTO: ÁNGEL B. FERNÁNDEZ).

Por Ángel B. Fernández y César-Javier Palacios

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Los bosques de Garajonay, en la isla canaria de La Gomera, atesoran una triple singularidad. Por un lado, son fósiles vivientes de las junglas cálidas y húmedas que poblaron la región mediterránea en el Terciario. Por otro, protegen una extraordinaria cantidad de endemismos, producto de su aislamiento genético. Finalmente, concentran una sorprendente densidad de árboles viejos. Pero, además de su altísimo valor biológico, Garajonay contribuye al desarrollo sostenible de todo un territorio en sus aspectos ambiental, social y económico. En 1986 la Unesco reconoció estos méritos declarándolo Patrimonio de la Humanidad. Creado en 1981, el Parque Nacional sigue esforzándose por compatibilizar la conservación de estas selvas de niebla, siempre verdes, con su uso público.
La Gomera alberga en sus cumbres un extraordinario bosque de niebla cuyo estado de conservación nos permite imaginar cómo fueron las antiguas selvas de Canarias. Se trata de su corazón verde, un territorio húmedo y selvático que contrasta con la aridez dominante, aportando diversidad y personalidad a la isla en su conjunto. En 1981 fue creado el Parque Nacional de Garajonay, que protege desde entonces una buena parte de la muestra mejor conservada del ecosistema de monteverde o laurisilva canaria. Posteriormente, en noviembre de 1986 vino el mayor reconocimiento internacional que un territorio puede alcanzar, su inclusión en la lista de Bienes Naturales del Patrimonio Mundial de la Unesco. Acaban, por tanto, de cumplirse 25 años de esta declaración y 30 de la creación del parque. Ambos aniversarios de compromiso con la conservación y con la sociedad quizá sean, en definitiva, una buena ocasión para hablar de su esencia y significado, echar la vista atrás, situarnos en el punto de partida, examinar el camino recorrido, hacer balance y lanzar una propuesta de futuro.

Garajonay supone la conservación de un ecosistema tan único y singular como la laurisilva canaria, eslabón “casi” perdido en la historia de la vegetación del planeta Tierra. Una autentica reliquia viviente de los bosques cálidos y húmedos que poblaron buena parte de la cuenca mediterránea durante la Era Terciaria. Desaparecidos de las masas continentales como consecuencia de los profundos cambios climáticos que desembocaron en las glaciaciones, quedan tan solo unas muestras empobrecidas en los favorables ambientes oceánicos de los archipiélagos macaronésicos de Azores, Madeira y Canarias.

La singularidad de la laurisilva macaronésica es, pues, extraordinaria. En toda Eurasia no existen bosques similares salvo en el sureste asiático. Una visita a Garajonay significa en cierto modo acercarnos a ecosistemas tan lejanos como los bosques oceánicos templado-cálidos de países como Chile, con ese bosque valdiviano que acunó a Pablo Neruda, Nueva Zelanda, el sur de Japón o las misteriosas selvas nubladas que orlan las montañas del trópico húmedo, lo que nos indica la antigüedad de sus orígenes, anterior a la separación de los continentes.

A esta singularidad se añade la extraordinaria riqueza en especies únicas y exclusivas, siendo la laurisilva posiblemente el ecosistema de la Unión Europea que alberga un mayor número de endemismos. Ello deriva de su carácter insular, que propició la evolución aislada y diferenciada de este ecosistema durante millones de años, lo que hizo posible la existencia de un número increíble de formas de vida únicas y exclusivas que se añaden a las antiguas especies heredadas de tiempos geológicos pretéritos.

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• Las plantas exóticas e invasoras de las islas Canarias. M. Salas, A. Naranjo y J.R. Arévalo.

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• La biodiversidad terrestre de las islas Canarias. J.L. Martín, M. Báez y P. Oromí.
• La conservación de la flora canaria: el caso del tajinaste azul de La Gomera. M. Marrero, E. Carqué y A. Bañares.
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