Mis primeros contactos con el chotacabras cuellirrojo (Caprimulgus ruficollis) en tierras malagueñas tuvieron lugar en el municipio de Vélez-Málaga, en la primavera de 2012, cuando de madrugada localicé por casualidad a un ejemplar que capturaba insectos en torno a una farola del alumbrado público. Esta observación se repitió a las pocas semanas y en el mismo punto, algo habitual sabiendo que estas silenciosas y miméticas aves son fieles a sus lugares de reproducción un año tras otro. El terreno es atractivo para la especie, ya que cuenta con amplios solares alambrados en las afueras del casco urbano, hoy invadidos por matorral y antaño ocupados por olivos que fueron erradicados a raíz de la famosa burbuja inmobiliaria. La antigua y actual vinculación del chotacabras con el olivar es evidente y pude observar en repetidas ocasiones las idas y venidas de estas aves en una parcela colindante con las primeras edificaciones del sur de Vélez-Málaga. Abunda asimismo en la zona conocida como Vega de Vélez, una llanura situada entre la población y la costa, poblada de matorral abierto y extensas manchas de cañaveral.
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