Conocí a José María Blanc allá por 1980, yo trabajaba por entonces en el Parque Nacional de la Tablas de Daimiel y andaba con el hoy mundialmente famoso ornitólogo británico afincado en España Tom Gullick, tratando de salvar la exigua población de malvasías (Oxyura leocucephala) que aún quedaba en nuestro país. Tom me dijo que conocía a un abogado cazador muy conservacionista que tenía una gran finca en Almedina (Ciudad Real) y que nos podría ayudar. Y así fue.
José María se implicó en la adquisición de la legendaria laguna cordobesa del Rincón y en todo el asunto en el que andábamos metidos criando pájaros en cautividad y tratando de adquirir los humedales clave para la especie. Ya entonces pude ver lo que Blanc suponía. A las Tablas de Daimiel las secaban y las praderas de macrófitos de los humedales manchegos desaparecían, mientras este señor encharcaba y encharcaba zonas en el alto Cigüela y en el Riánsares. Tiraba a los patos, eso sí. Pero tiraba dos meses al año. ¿Y los otros diez qué?
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