Apenas a unos kilómetros de la ciudad de Valencia se encuentra el Parque Natural de la Albufera, un espacio protegido que abarca más de 20.000 hectáreas. No sólo destaca por sus características naturales, sino que forma parte también del imaginario popular valenciano, de su espíritu más tradicional y costumbrista (1). Además de estar incluido en la lista de humedales protegidos por el Convenio de Ramsar, ha sido declarado Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), ya que 250 especies pasan por allí en algún momento de su ciclo vital. Entre ellas, las 90 que nidifican en él de forma regular (2). Junto a la laguna litoral más grande de la Península y una gran extensión de campos de arroz, que ocupan la mayor parte de su superficie, el Parque Natural de la Albufera alberga una zona muy peculiar denominada la Devesa del Saler.
La Devesa se extiende por un área de aproximadamente un kilómetro de ancho y catorce de largo e incluye distintos ecosistemas terrestres y acuáticos. En realidad, se trata de la restinga formada por la acumulación de las arenas que transportaban los ríos Turia y Júcar, una barrera que permitió la formación de la Albufera al separarla del mar. La Devesa comprendía un extenso pinar que fue reserva real de caza durante siglos, así como un amplio cordón de dunas con una serie de áreas deprimidas conocidas localmente con el nombre de “malladas”. En ellas, el nivel freático de las aguas subterráneas estaba próximo a la superficie, de manera que se formaban pequeñas lagunas poco profundas y de salinidad variable a lo largo del año, según la sequía estival y las lluvias estacionales. Sin embargo, los intereses urbanísticos hicieron mella en la Devesa a partir de los años sesenta, como en gran parte del litoral mediterráneo español.
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