Desde el optimismo más prudente, parece que la población osera que más preocupa a los conservacionistas está frenando su viaje a la extinción y enriqueciéndose genéticamente. La docena de osas reproductoras contabilizadas en el oriente cantábrico son un punto de partida para la recuperación de este precario núcleo, que nos coloca ante el reto mayúsculo de que continúe su crecimiento y se inicie su expansión territorial.
Por Fernando Ballesteros, Juan Carlos Blanco y Guillermo Palomero
En los últimos años, hemos informado con puntualidad a los lectores de Quercus sobre la situación del oso pardo (Ursus arctos) en la cordillera Cantábrica. Es de todos conocido que esta población osera se dividió a principios del siglo pasado en dos núcleos, el occidental y el oriental, que han estado genética y demográficamente aislados hasta hace pocos años. Aunque el tamaño de las áreas de distribución de cada una de esas subpoblaciones es similar, la occidental siempre ha sido más numerosa que la oriental.
En 2009 publicamos en Quercus un resumen de las dos primeras décadas de seguimiento de las osas cantábricas con crías, en el que anunciamos el aumento de la subpoblación occidental pero el estancamiento de la oriental (1). Acabamos el artículo subrayando que estábamos en una encrucijada histórica: “Si no hacemos bien los deberes, la población oriental puede acabar extinguiéndose. Pero si cumplimos los compromisos legales adquiridos es posible que cuando volvamos a revisar los datos dentro de otros veinte años (…) nos encontremos con una población unida que ha logrado escapar al peligro inminente de la extinción.”
Este contenido es un resumen / anticipo de una información cuyo texto completo se publica en la revista Quercus, tanto en su versión impresa como digital.