María Prieto, de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), toma muestras de un liquen pegado a la corteza de un árbol, mientras el resto observamos con los prismáticos a un tucán que sobrevuela las copas. Nos encontramos a orillas del río Nangaritza, en el sur de Ecuador, cerca de la frontera con Perú. Pronto llegaremos a Orquídeas, donde estableceremos el campamento base. Los coches van repletos de víveres y materiales que tendremos que cargar a través de la selva. La emoción y la excitación se apoderan de todos nosotros ante las maravillas de lo desconocido. Muchos hemos trabajado en zonas tropicales, pero para la mayoría se trata de la primera expedición científica a una zona apenas explorada. Sin duda el sentimiento que nos embarga debe ser muy parecido a lo que sintió Charles Darwin cuando embarcó en el Beagle rumbo a lo desconocido.
Los Mura Nunka, objetivo de nuestra expedición, son unos cerros de paredes casi verticales que se erigen como guardianes sobre la tupida selva amazónica. Están prácticamente inexplorados y alcanzan alturas de casi 2.000 metros, con desniveles de más de 1.000 entre su base y la parte alta. Debido a su aislamiento y gran elevación sobre las selvas bajas, allí se han desarrollado una fauna y una flora únicas, por lo que albergamos la esperanza de encontrar nuevas especies.