La biología de las aves marinas pelágicas es compleja. En el mar, donde pasan la mayor parte de su ciclo vital, encuentran el alimento. Sin embargo, durante la estación reproductora están obligadas a acudir a tierra firme, donde emplazan su nido.
Esta complejidad en su modo de vida supone también enfrentarse a diversas y numerosas amenazas. En el mar, se exponen a la captura accidental en artes de pesca, la ingesta de plásticos, los derrames petrolíferos, la preocupante disminución de los recursos alimenticios, debida a la sobreexplotación pesquera, y al cambio climático. En tierra sufren la depredación por parte de especies introducidas o asilvestradas (como ratas y gatos), la pérdida de hábitat por urbanización o la desorientación en sus primeros vuelos a causa de la contaminación lumínica. Se estima que el 30% de las especies de aves marinas del mundo se encuentra bajo algún grado de amenaza y muchas poblaciones están sufriendo dramáticos declives (1).
La pardela cenicienta (Calonectris diomedea) es una especie ampliamente estudiada (2). De hecho, ha recibido cierta atención por parte de algunos proyectos de conservación en España en los últimos años (3). Al igual que otras aves marinas, su posición en la cadena trófica la convierte en un buen indicador de los cambios en el medio marino. Otros aspectos, como la elegancia de su vuelo, su peculiar reclamo en las colonias de cría o el nada desdeñable declive constatado de sus poblaciones (4), explican por qué se trata de un buen ejemplo de especie bandera.
Este contenido es un resumen / anticipo de una información cuyo texto completo se publica en la revista Quercus, tanto en su versión impresa como digital.