Un solo edificio de la ciudad de Tarragona se ha convertido en un auténtico sumidero para las aves, no ya urbanas, sino también en paso migratorio. La superficie reflectante de su fachada provoca abundantes colisiones y una mortandad que ha podido evaluarse gracias a un estudio iniciado en 2012.
Por Oscar Gordo, Txiqui López, Yolanda González y Raül Aymí.
A medida que aumenta la población humana, las zonas urbanas van ganando terreno a los espacios naturales. A los animales no les queda más remedio que adaptarse al nuevo ambiente o desaparecer. Desgraciadamente, parece que sólo un puñado de especies es capaz de aprovechar las oportunidades que ofrece el entorno urbano. Estas poblaciones de animales salvajes que conviven con nosotros en pueblos y ciudades son objeto de un creciente interés por dos motivos. Por un lado, desde un punto de vista teórico, se han convertido en un interesante modelo para estudiar la capacidad de colonización y adaptación de los seres vivos. Y, por otro, desde un punto de vista aplicado, permite conocer mejor a estos otros ciudadanos para prevenir molestias o situaciones de riesgo, como la trasmisión de enfermedades.
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