Aunque las plantas amenazadas cuentan con planes de protección, la mayoría se han diseñado para la flora terrestre. Mientras, muchas plantas acuáticas españolas están en peligro inminente de extinción, o bien se han extinguido ya. La desecación de las zonas húmedas, la contaminación del agua y, en definitiva, las alteraciones que sufren lagunas, ríos y humedales, contribuyen a que desaparezcan las especies más sensibles y de mayor interés biogeográfico.
Por Santos Cirujano Bracamonte y Pablo García Murillo
Los hidrófitos o plantas acuáticas son aquellas que necesitan vivir en el agua para desarrollar su ciclo vital. No les basta con un pastizal húmedo o una atmósfera saturada de vapor, sus órganos vegetativos tienen que estar sumergidos o flotando en el agua (1). Este rasgo tiene importantes consecuencias desde el punto de vista funcional, ya que tanto su estructura como los procesos fisiológicos han tenido que modificarse para poder vivir en el medio acuático. Por ejemplo, las partes leñosas (xilema) están muy reducidas, las raíces sólo sirven de anclaje, adquieren sales y nutrientes a través de las hojas y en muchos casos el CO2 no es la fuente de carbono. A causa de estas modificaciones, los problemas relativos a su conservación difieren de los de las plantas terrestres, ya que son otros los factores que determinan la distribución y el mantenimiento de sus poblaciones (Cuadro 1). La flora acuática española (helechos y angiospermas), referida exclusivamente a los macrófitos acuáticos en sentido estricto (hidrófitos), está constituida por 31 familias, 47 géneros, 117 especies y 4 subespecies, lo que supone aproximadamente el 1’4% de la flora española.
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