La naturaleza es una realidad dinámica y cambiante. Se ha dicho muchas veces que la conservación debería evitar la “foto fija”, entendida como la pretensión de conservar de forma estática lo que tenemos delante. Un ejemplo de los dilemas que se derivan de esta perspectiva son los fondos de valle pirenaicos con respecto a los objetivos de la Red Natura 2000. ¿Qué conservamos? ¿Los actuales prados de siega o las alisedas que los ocuparían potencialmente? Ambos son hábitats de interés comunitario, pero se convierten en objetivos de conservación contrapuestos. Lo mismo pasa, a una escala más amplia, entre bosques y espacios abiertos: pretendemos conservar a unos y otros allí donde están ahora, pero con ello estamos obviando que la dinámica territorial puede hacer que se intercambien. Por ejemplo, los incendios convierten bosques en espacios abiertos, mientras que el éxodo rural hace lo contrario, y ambos fenómenos nos preocupan.
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