Aunque te has mantenido en el ámbito de la naturaleza como especialidad, ¿qué te ha llevado a dar el salto al documental después de media vida en la fotografía?
Soy discípulo de Félix, como tantos otros de mi generación, y enseguida me sentí atraído por la imagen como lenguaje para mostrar el mundo que descubría. Comencé con la fotografía de forma autodidacta hace cuarenta años, centrándome enseguida en reportajes que profundizaran en la vida de nuestra fauna ibérica y en su relación con el hombre. Con las cámaras digitales más modernas surgió la opción del vídeo y así, coincidiendo con la desaparición paulatina de las revistas especializadas en naturaleza y la irrupción de Internet, que se lo come todo, estoy ahora muy volcado también en el cine documental. Un mundo realmente serio y complejo, muy estimulante y con extraordinarias opciones creativas.
La comunicación ha cambiado mucho desde esos años en los que publicabas tus grandes reportajes sobre la fauna ibérica más emblemática. ¿Eran tiempos mejores?
La tecnología nos ha deslumbrado (y nos ha atrapado) a todos, ¿quién es capaz hoy de prescindir de ella? En lo que a mi trabajo respecta, la cámara se ha sofisticado enormemente y nos permite mostrar ahora escenas increíbles de la naturaleza antes imposibles. También hemos visto cómo se ha creado un escaparate global y libre, Internet, para la difusión de contenidos al alcance de todos. Pero echo de menos la perdurabilidad de las cosas, la calidad y profundidad de verdaderas historias, el tacto del papel, nuestra privacidad, la reflexión, la cultura genuina y de valor frente a las prisas y banalización de casi todo lo que la civilización del espectáculo de ahora nos impone a todos.
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