Es obvio que la actual situación supone un reto para cualquier medio de comunicación impreso y, por supuesto, también para la revista Quercus. Tenemos la suerte de contar con un número considerable de fieles suscriptores que nos permiten eludir de algún modo la sangría del quiosco. Pero tampoco conviene olvidarse de que el servicio de Correos encargado de los envíos masivos estuvo inactivo durante bastantes días. Hemos hecho lo imposible para que la revista llegara en tiempo y forma a todos los lectores, pero en circunstancias tan excepcionales es fácil que algún ejemplar no alcanzara su destino, ya sea por un cauce o por otro.
Como otros medios impresos, estamos dispuestos a atender las posibles reclamaciones con toda la diligencia que sea necesaria. Además, hay buenos avances de contenidos en nuestra página web (www.revistaquercus.es ), podemos ofrecer la revista en formato digital y todos nuestros suscriptores tienen acceso gratuito a la versión que mensualmente se incorpora a la plataforma Kiosko y Más. Pero, sobre todo, nos interesa mucho reforzar el Quiosco Virtual de Quercus (Telf. 91 635 03 75), accesible también desde la web de Linneo (www.linneo.es ). Aquellos lectores que no estén suscritos y encuentren su quiosco habitual cerrado, pueden solicitar cualquier número de la revista, incluso el del mes en curso, a través de dicho quiosco virtual. Recibirán el pedido en su casa a través de un servicio de mensajería con el menor coste posible.
Nuestro objetivo es que nadie se quede sin leer Quercus. En primer lugar, por la cuenta que nos trae –¡claro está!– y, en segundo lugar, para que no se interrumpa el flujo de información que ofrecemos mensualmente sobre conservación de la biodiversidad. No falta quien opine que el Covid19 es un síntoma más de la crisis ambiental en la que nos vemos inmersos. El origen del virus parece estar en un mercadillo cochambroso en el que se ponían a la venta animales silvestres, sin control sanitario alguno. Esta parcela, aparentemente insignificante, del tráfico ilegal de especies ha devenido en un problema de dimensiones globales y consecuencias incalculables. ¿Será suficiente escarmiento para suprimir esta peligrosísima actividad? Quizá no, pues ha habido otras epidemias de origen similar que, sin llegar a ser tan graves, podrían haber supuesto una alerta para evitar la que estamos padeciendo actualmente.
El trapicheo infame de fauna silvestre, como alimento o como pretendido ingrediente de una medicina tradicional sin base científica alguna, no sólo supone una grave amenaza para tigres, gorilas, rinocerontes y pangolines. También ha demostrado ser catastrófica para la humanidad entera y traerá consigo un doble sufrimiento debido a la descomunal crisis económica y social que se vislumbra en el futuro inmediato. Tal vez no sea aún la venganza de Gaia, pero sí un aviso muy serio para que nos replanteemos, de una vez por todas, el lugar que ocupamos en la gran casa común.