Por Álvaro Luna, Pedro Romero, José Luis Tella y Fernando Hiraldo
Actualmente, la presencia de diferentes especies animales y vegetales en las ciudades capta la atención de investigadores de todo el mundo, ya sea desde el punto de vista evolutivo, fisiológico, genético o conservacionista.
La situación de declive que sufren muchas especies a escala global ha llevado a que algunas de ellas encuentren refugio en entornos urbanos, donde generalmente hay menos enemigos y se ofrecen oportunidades para el que sabe aprovecharla (fuentes de alimento y agua estable, refugio y lugares de cría).
Pero lo que a priori es una buena noticia, en algunos casos incluso suponiendo un importante baluarte para salvar a ciertas especies, tiene una cara opuesta que no debe ser desatendida.
Sobre esto tratamos en un reciente trabajo llevado a cabo desde la Estación Biológica de Doñana, usando como ejemplo a los dos loros autóctonos de República Dominicana, ambos amenazados: la cotorra o amazona de La Española (Amazona ventralis) y el perico o aratinga de La Española (Psittacara chloropterus).
Abundan mucho más en las ciudades
En una expedición llevada a cabo en junio de 2017 en la República Dominicana recorrimos en coche más de 2.000 kilómetros (sumando 6.000 kilómetros si contamos lo recorrido fuera de transecto).
En el trayecto cubrimos todo tipo de ambientes, desde el tropical seco al tropical húmedo, pasando por bosques de coníferas y la costa, e incluyendo zonas naturales (con doce espacios protegidos), espacios rurales y ciudades.
Durante este viaje, que coincidía con el fin del período reproductor de ambas especies, nos dedicamos a censarlas. En zonas rurales y naturales los datos hablan por sí solos: tan sólo pudimos obtener 58 citas de perico de La Española y 18 de cotorra de La Española en todo el país (casi todas ellas fueron avistamientos de un número bajo de individuos).
La mayoría de los encuentros se produjeron en entornos urbanos, donde también obtuvimos las mayores abundancias relativas.
Para hacernos a la idea, nuestros datos arrojan que el perico de La Española es seis veces más abundante en la ciudad que en entornos naturales, por tres veces más en el caso de la cotorra de La Española.
También tuvimos la oportunidad de censar dormideros de ambas especies, lo que igualmente respaldó la idea de la importancia de la ciudad como último reducto para su supervivencia.
En un dormidero ubicado en Santo Domingo se censaron 1.580 pericos de La Española, y en uno en la ciudad de Santiago detectamos que acudían a pasar la noche 50 cotorras de La Española. En un censo similar de dormideros en la zona natural mejor conservada del país tan solo contamos 137 pericos y 15 cotorras.
Funciones ecológicas que se desactivan
En los últimos años se ha demostrado científicamente la función ecológica que realizan los loros como dispersores de semillas. En la República Dominicana y Haití esta función resulta más vital si cabe, al apenas existir otros animales frugívoros dispersores, o al estar extintos o cerca de estarlo.
Tanto es así que si vimos pocos loros y cotorras, detectamos aún menos cuervos de La Española (Corvus leucognaphalus), mientras que al trogón de La Española (Temnotrogon roseigaster) no lo observamos ni una vez.
Si los loros en vez de en los diversos hábitats de la isla pasan a vivir sólo en ciudad, ¿quién dispersará semillas de árboles en la naturaleza?
En nuestro trabajo intentamos detectar casos de dispersión de semillas al ser transportadas en el pico de los loros desde su árbol originario hasta un nuevo lugar, donde al caer al suelo podrían germinar.
Recolectamos 306 semillas pertenecientes a 11 especies diferentes de árboles -el 99'5% intactas, aptas para germinar- y medimos a cuántos metros estaban del árbol más cercano de su misma especie.
La distancia mínima media de dispersión fue de 37 metros, siendo más del 90% de los casos dispersiones en un rango de entre 20-60 metros, a veces a mayores distancias. Prácticamente todos los casos fueron en ciudad, dada la escasez del perico de La Española y la cotorra de La Española en el medio natural.
Conclusión de interés
Se podría decir que las ciudades pueden ayudar a salvar a algunas especies, sirviendo como reservorio genético o usando esos ejemplares como stock para proyectos de cría o reintroducción. Pero esto no puede llevar a descuidar la protección de estas especies en su entorno natural, donde deben ser monitoreadas y conservadas.
Si sólo quedan poblaciones en ciudades no se salvarían las funciones ecológicas que esos organismos desempeñan en su entorno natural, por lo que estaríamos hablando de un tipo de extinción que pasa más desapercibida pero que tiene consecuencias claramente negativas.
Autores: Álvaro Luna (aluna@ebd.csic.es), Pedro Romero, José Luis Tella y Fernando Hiraldo trabajan en la Estación Biológica de Doñana, los dos primeros como doctorandos y los dos últimos como investigadores.
Más información: Álvaro Luna y otros autores (2018). Cities may save some threatened species but not their ecological functions. PeerJ, 6: e4908. Más referencias a este trabajo aparece reflejada en el libro Un leopardo en el jardín, de Álvaro Luna, disponible en la librería Linneo: www.linneo.es/p2538190-un-leopardo-en-el-jardin.html
QUE NO TE DEN PERICO POR COTORRA
Pese a que la caza y venta de loros está prohibida en República Dominicana, pudimos constatar que esta actividad ilegal se sigue realizando, aunque a escala local. Durante la expedición que realizamos paramos en diferentes pueblos y ciudades en los que, hablando con sus habitantes, obtuvimos interesantes datos sobre este comercio clandestino.
Sin ser el objetivo principal de nuestro trabajo, encontramos 131 casos de loros en cautividad: 66 pericos de La Española, 63 cotorras de La Española y 2 pericos garganta de olivao o aratinga jamaicana (Eupsittula nana).
La gente prefiere a la cotorra, ya que es capaz de imitar sonidos, de ahí que se vendan por el doble de precio que los pericos. La escasez de cotorras está haciendo que cada vez se vendan más pericos, incluso existiendo cierta picaresca mediante la que venden pollos de perico como si fueran de cotorra, y a precio de la segunda, lo que ha dado lugar al dicho de “que no te den perico por cotorra”.
NOTA DE REDACCIÓN
Este artículo fue publicado inicialmente en el cuaderno 394 de la revista Quercus, correspondiente a diciembre de 2018.