Por Javier Pérez Gordillo
Las especies exóticas invasoras son en la actualidad uno de los principales problemas ambientales a escala mundial. Merecedoras de ser la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el planeta, en ocasiones también dan lugar a graves impactos económicos y sanitarios, muchas veces como consecuencia del estado de degradación y debilidad en que se encuentran nuestros ecosistemas. Posiblemente uno de los mejores ejemplos que explican esta problemática es el caso del camalote o jacinto de agua (Eichhornia crassipes).
El camalote es una planta acuática originaria de las cuencas del Amazonas y el Orinoco. Se utilizaba hasta hace pocos años como elemento ornamental en estanques permitiartificiales, vía principal por la cual ha llegado a introducirse en el medio natural. A partir de ahí ha conseguido invadir más de cincuenta países -Estados Unidos, sur de Asia, Australia, África tropical, América Central, Italia, Portugal y España- y hoy en día está extendida por las zonas tropicales y subtropicales de todo el mundo, así como por numerosas zonas templadas cálidas. Por ello está considerada como la planta acuática invasora más peligrosa del mundo.