Por Alberto García Rodríguez
La dispersión de semillas es un proceso necesario para el correcto funcionamiento de los ecosistemas, ya que favorece la supervivencia y la diversidad genética de las plantas y permite que colonicen nuevas áreas. En regiones templadas y boreales, corre a cargo principalmente de aves y mamíferos, que suelen defecar las semillas en sitios diferentes a donde consumieron los frutos. La distancia a la que estos animales pueden transportar las semillas está condicionada por su tamaño corporal. Mientras que petirrojos y currucas dispersan la mayoría de estas semillas a sólo unas decenas de metros, martas y zorros las defecan a cientos de metros, en ocasiones a más de un kilómetro de distancia (1). Por su parte, grandes frugívoros como el oso pardo resultan claves en el proceso porque pueden desplazar las semillas a distancias mucho mayores. Estudios realizados en Escandinavia sugieren que los osos dispersan la mayoría de las semillas a distancias superiores a los tres kilómetros y, a veces, a más de diez kilómetros.
AUTOR
Alberto García Rodríguez es investigador postdoctoral en la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y miembro del Carpathian Brown Bear Project (https://carpathianbear.pl/en). Dedicó su tesis doctoral, realizada en el Instituto para la Conservación de la Naturaleza de la Academia Polaca de Ciencias, a la función del oso pardo como dispersor del arándano en los montes Tatra.