Por Carolina Martínez-Jaraiz, Desislava Vasileva y Jaime Rodríguez-Estival
Los sistemas tobáceos, más conocidos popularmente como “tobas”, son depósitos sedimentarios generados por aguas ricas en carbonatos y gracias a procesos de precipitación físico-química y/o biológica. Son una respuesta sedimentaria de la dinámica kárstica y se asocian a comunidades vegetales de musgos y hepáticas (briófitos) propias de ambientes con alta humedad. La conservación y protección de las formaciones tobáceas son prioritarias por sus altos valores ecológicos, paisajísticos y culturales, así como por la vulnerabilidad a la degradación que les confiere el hecho de que su formación y desarrollo dependan estrechamente de determinados factores físico-químicos, biológicos y ambientales. Así se reconoce al incluirlos en ellistado de Hábitats de Interés Comunitario (HIC) de la Directiva de Hábitats, con el código 7220* y la denominación Manantiales petrificantes con formación de tuf (Cratoneurion). No obstante, en 2009 se propuso una nueva nomenclatura para el HIC 7220* adaptada a España: Formaciones tobáceas generadas por comunidades briofíticas en aguas carbonatadas.
AUTORES
Carolina Martínez Jaraiz es licenciada en Geología por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Espacios Naturales Protegidos.
Desislava Vasileva Vasileva es graduada en Ciencias Ambientales por la Universidad de Castilla-La Mancha y se ha especializado en gestión y conservación del medio natural.
Jaime Rodríguez Estival es doctor en Ciencias Ambientales por la Universidad de Castilla-La Mancha y director ejecutivo de Stipa & Azeral Environmental Services S.L. Los tres autores trabajan en esta consultora ambiental.