Entre los tiburones de profundidad figuran algunos de los vertebrados más longevos que se conocen. El récord es para el tiburón de Groenlandia, con una edad máxima recientemente estimada en casi cuatrocientos años. Pero un ciclo de vida tan lento los hace vulnerables a las pesquerías.
Por Salvador Herrando-Pérez
Nosotros, los Homo sapiens, rara vez superamos los cien años de vida. Sin embargo, muchos animales y plantas pueden llegar a vivir varios siglos e incluso milenios, particularmente en el mar. En el Ártico hay cetáceos que ya vivían durante el imperio napoleónico, moluscos contemporáneos de los viajes de Colón en los fondos atlánticos y en la Antártida esponjas nacidas antes del Holoceno, cuando todavía éramos una especie irrelevante de cazadores-recolectores. Las especies longevas crecen lentamente y se reproducen a edades tardías. Por tanto, necesitan mucho tiempo para formar poblaciones abundantes y, si fuera el caso, para recuperarse de la mortalidad provocada por la pesca. El riesgo de extinción por sobrepesca se duplica en los peces cartilaginosos (mantas, quimeras, rayas, tiburones) de aguas profundas con respecto a las especies costeras, precisamente porque tienen ciclos de vida más largos y lentos. Aunque, claro, para relacionar el riesgo de extinción con la longevidad de las especies, primero hay que medirla, lo cual representa un reto metodológico cuando se trata de tiburones de profundidad.
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