Una sentencia del Juzgado número 1 de lo Penal de Almería ha absuelto a 28 activistas de Greenpeace acusados de causar daños en El Algarrobico durante sus campañas de protesta. Azata, la empresa propietaria del hotel paralizado desde su construcción, pedía hasta un año de cárcel para cada uno de los inculpados, además de distintas compensaciones económicas. Por las mismas fechas, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos admitía a trámite la denuncia presentada por Greenpeace contra El Algarrobico, un nuevo frente de la batalla legal que cuenta ya con unas cincuenta resoluciones favorables. José Ignacio Domínguez, el abogado de la ONG, confía en que “de una vez por todas, se ponga fin a esta historia repleta de sentencias incumplidas y retrasos injustificables.”
El dichoso hotel empezó a construirse en el año 2003 en un paraje sin urbanizar dentro del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar. Así que llevamos más de veinte años buscando la cuadratura del círculo, es decir, cómo convertir en legal una obra a todas luces ilegal. Había dos posibles soluciones: que las triquiñuelas acabaran dando resultado y el hotel llegara a ponerse en funcionamiento, lo que habría sentado un pésimo precedente, o que fuera demolido, como dictan algunas sentencias y hasta el sentido común. Hoy en día, parece claro que se trata de decidir cómo se entierra al muerto. Pero, ¿quién paga el sepelio? Ahí está el dilema y la maraña de responsabilidades cruzadas. Si alguna vez se determina que el único camino correcto es la demolición, alguien tendrá que poner dinero. ¿Apostamos a que, de hacerse, se hará con fondos públicos? Este año Greenpeace celebra que han pasado cuarenta años desde que se abriera su delegación en España. Sería un bonito regalo de aniversario que la larga lucha contra el sinsentido de El Algarrobico llegara a buen término. Pero mucho nos tememos que no. Seguirá el tira y afloja, a ver si la victoria se obtiene por consunción del rival.
Al menos, Greenpeace puede consolarse con la construcción de su nuevo barco, un velero que reúne todas las garantías ambientales, en el Astillero Freire, situado en la ría de Vigo. También en Galicia, Greenpeace tiene abierto otro frente para impedir que se instale una gran planta de celulosa de la multinacional portuguesa Altri en Palas de Rey. En fin, nuevos ejemplos de la eterna lucha de David contra Goliat, del interés de unos pocos contra las aspiraciones de la mayoría, de lo sencillo contra lo desmesurado.