La comadreja podría ser mucho más escasa de lo que se pensaba. Es lo que se deduce de la falta reciente de registros en muchas regiones españolas donde la especie, en teoría, sigue estando presente. Y también por lo difícil que resulta detectarla allí donde antes era común.
Por Ana B. Llorca, Francisco S. Tortosa y José Guerrero-Casado
Por fortuna, el desarrollo reciente de plataformas de libre acceso ha facilitado la recogida y gestión de datos sobre biodiversidad. Una de las más completas es Global Biodiversity Information Facility (GBIF), una red internacional que compila la información de más de 100.000 bases de datos y más de 2.000 instituciones. Hasta julio de 2024, GBIF contaba con 2.900 millones de registros de especies, lo que ha mejorado nuestro conocimiento sobre la distribución de muchas de ellas. Además, la ciencia ciudadana ha crecido significativamente en los últimos años, lo que también ha contribuido a incrementar el volumen de datos disponibles. Una información que puede ser muy útil para afinar el seguimiento de especies a gran escala, con una inversión de recursos relativamente baja en comparación con los métodos tradicionales.
Sin embargo, hay que contar con un sesgo importante en estas bases de datos, ya que no todas las especies están representadas de igual manera. Algunas acumulan muchos registros, mientras que otras están claramente infrarrepresentadas, debido, entre otros motivos, a su pequeño tamaño, comportamiento esquivo, actividad nocturna o a que viven en hábitats donde resultan difíciles de detectar. Este podría ser el caso de la comadreja (Mustela nivalis), el carnívoro más pequeño del mundo. De hecho, aunque la comadreja está ampliamente distribuida por toda Europa, aún no se conocen bien ni su ecología ni la dinámica de sus poblaciones. Todo ello debido a la dificultad de detectarla y la consiguiente falta de datos a largo plazo.
AUTORES:
Ana B. Llorca Giraldo es bióloga y se ha especializado en gestión de la biodiversidad. Actualmente prepara su tesis doctoral en la Universidad de Huelva y lleva varios años colaborando con el Departamento de Zoología de la Universidad de Córdoba.
Francisco Sánchez Tortosa es biólogo, trabaja en la Universidad de Córdoba desde 1992 y es catedrático en su Departamento de Zoología desde 2017. Su grupo de investigación se ha centrado en el efecto de los métodos agrícolas sobre la biodiversidad en las tierras de cultivo. Se interesa por cultivos leñosos, como el olivar o el viñedo, y ha estudiado especies cinegéticas en paisajes forestales y agrícolas.
José Guerrero Casado es biólogo y doctor en Gestión de Recursos Naturales. Actualmente trabaja como profesor en el Departamento de Zoología de la Universidad de Córdoba, donde investiga las consecuencias de las prácticas agrícolas sobre la diversidad de vertebrados y la conservación de mamíferos silvestres en paisajes modificados por el hombre, tanto en España como en Ecuador.
Dirección de contacto:
José Guerrero Casado
Universidad de Córdoba
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