Miércoles 22 de octubre de 2014
Es de sobra conocida la relación entre el peligro de pérdida de patrimonio natural y
el crecimiento urbanístico desorbitado. Sin embargo, está muy poco consolidado
en España el debate sobre los efectos que las infraestructuras clave tienen
para el futuro de cualquier territorio que sea destino turístico.
El caso del aeropuerto de Menorca y su prevista ampliación
para acoger más pasajeros es bastante clarificador.
La población isleña ha manifestado en repetidas ocasiones su voluntad de preservar el patrimonio natural de Menorca. Han sido muchos los lugares paradisíacos que han logrado conservarse a pesar de haberse diseñado sobre ellos potentes proyectos de urbanización. Manifestaciones multitudinarias, iniciativas judiciales y también procesos electorales han servido en cada momento para dejar clara la opinión mayoritaria en esta isla, que no quiere seguir la equivocada evolución durante las úlimas décadas de otros lugares turísticos parecidos.
Es probable que suene el nombre de lugares tan emblemáticos como las playas de Macarella y Trebalúger o el Parque Natural de la Albufera des Grau. Hoy sirven como imagen en la propaganda turística de Menorca, pero hace unos años estuvieron en el punto de mira de compañías inversoras y promotoras de todo tipo. Afortunadamente, la lista de espacios naturales que han pasando a valorarse por lo que son, no por lo que se pueda construir sobre ellos, es ya considerable.