Miércoles 22 de octubre de 2014
La proverbial facilidad de los andaluces para saborear la vida debe estar detrás de
la capacidad de Antonio Camoyán para apreciar y disfrutar los colores, la luz,
el sonido, los aromas o el rocío del campo. Y para qué hablar del cultivo de
la amistad y del sentido lúdico. Se hizo célebre captando instantes de
la naturaleza con su cámara fotográfica. También tuvo la suerte
de participar en muchos de los momentos históricos que marcaron
los hitos conservacionistas en España.
Heredó de su padre la afición por la fotografía y, como él, iba también para médico. Acabó la carrera y llegó a ejercer año y medio en una clínica de Sevilla como ayudante de ginecólogo. Pero, tras conocer a Tono Valverde y su Estación Biológica de Doñana, tomó la decisión de su vida. Al igual que Félix Rodríguez de la Fuente años antes, abandonó la bata blanca por los bichos, compró la Nikon F-1 y se lanzó a captar las maravillas de la naturaleza a través del teleobjetivo. Había visitado a Valverde en su oficina de la Estación Biológica en el chalé de Heliópolis, en Sevilla. Tras cruzar el umbral, pasando por encima de la hiena que vigilaba la puerta, Valverde le recibió con amabilidad y le dio facilidades para fotografiar Doñana. Camoyán no lo dudó dos veces y así empezó su carrera como fotógrafo profesional de la naturaleza.
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