Un tropel de especies ocupa calles y jardines
Miércoles 22 de octubre de 2014
La ancestral India no sólo alberga a los últimos
tigres de Bengala, leones asiáticos y rinocerontes unicornios. Una
abundante e
insospechadamente
variada fauna de aves puede verse, además de en parques nacionales
y santuarios como
Keoladeo, en las
populosas y
contaminadas
ciudades indias.
Delhi, Calcuta, Bombay, Benarés, Ahmedabad, Madrás, Surat... Cualquiera de las grandes ciudades de la India es, a grandes rasgos, un ruidoso y caótico lugar habitado por millones de seres humanos, muchos de ellos recluidos en chabolas e infraviviendas. La contaminación es tan brutal que, por ejemplo, respirar cada día el denso aire de Delhi equivale a fumarse tres paquetes de cigarrillos. El tráfico convierte en una aventura el simple hecho de cruzar una calle: camiones con el letrero pintado de “horn, please” (toque la bocina, por favor), centenares de automóviles esforzándose por complacerlos, autobuses destartalados con viajeros sobre el techo o colgados de puertas y ventanas, ruidosas rick-shaws (triciclos motorizados) soltando espeso humo por sus tubos de escape, legiones de bicicletas que ocupan cualquier intersticio libre, un dromedario cargado con dos viejas neveras, un elefante con turistas... Los variopintos vehículos tratan de sortear aquí y allá a los leprosos, lisiados y niños sin hogar que mendigan una rupia, así como a los cuadrúpedos domésticos sin dueño aparente, a los que el viajero occidental pronto se acostumbra a ver como otros transeúntes: perros famélicos, cerdos de oscuro pelaje que más parecen jabalíes, asnos, cabras, búfalos y, por supuesto, las vacas sagradas, que, indiferentes al pandemonio que reina a su alrededor, rumian basura en medio de la carretera. Así es cualquiera de las grandes ciudades de la India.
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