Tribuna
Miércoles 22 de octubre de 2014
La Costa del Sol (Málaga) es sinónimo de turismo masivo y urbanismo imparable. En estas condiciones, el medio natural vinculado a esta franja litoral,
singular y diversa a escala europea, se ha visto
muy afectado. El proceso se agrava ante el
conformismo de la población local, que
se ve impotente o da la espalda a la
hora de buscar la sostenibilidad.
La Costa del Sol cuenta con importantes valores naturales, derivados de su originalidad litológica, climática y florística. Contiene paisajes que destacan tanto por la diversidad que aportan como por el grado de conservación, algo poco habitual en el variopinto mundo físico que representa la cuenca mediterránea.
Basta citar las todavía existentes dunas litorales o los extensos bosques de alcornoques y quejigos que aún pueblan las laderas montañosas. Y, por supuesto, las formaciones de coníferas de pinos resineros, así como de pinsapos –reliquia del Terciario– sobre sierras peridotíticas que ya de por sí constituyen una enorme singularidad geológica a nivel mundial. Esta peculiaridad se ve incrementada por la flora que alberga, al localizarse en ellas gran variedad de táxones endémicos serpentinícolas (adaptados a las condiciones de toxicidad que se derivan de suelos ricos en metales pesados).
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