Faunia mundial

Lobo etíope: el chacal de los caballos

Menos de 500 ejemplares se enfrentan a la rabia y a la pérdida de hábitat

Miércoles 22 de octubre de 2014
Endémico de uno de los países más pobres de África y reducido a siete núcleos de población en la alta montaña etíope, donde abundan los roedores que le sirven de alimento, el lobo abisinio se enfrenta a la pérdida de sus
últimos territorios, a la hibridación con
perros asilvestrados, al azote de la rabia

e incluso a las balas de guerrilleros
y pastores que temen por sus rebaños.


Aunque nunca fue conflictivo, sí es un animal raro y escaso. Sus muchos nombres vernáculos –jedalla farda y ky kebero en etíope, “lobo rosa” en italiano, “lobo abisinio” en francés, “zorro” y “chacal simien” en inglés– sugieren que el lobo etíope (Canis simensis), como se le conoce en español, está emparentado con zorros y chacales. No obstante, recientes análisis genéticos sugieren que está más cerca del lobo gris (Canis lupus) y del coyote (Canis latrans) que del resto de los cánidos africanos. Algunos investigadores suponen que un antepasado del lobo gris y del lobo etíope alcanzó el norte de África desde Eurasia hace aproximadamente 100.000 años. Aunque, desafortunadamente, aún no se han encontrado restos fósiles que atestigüen tal hipótesis.

A pesar de que la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) le dedicó en 1997 un excelente y completísimo estudio de 116 páginas –The Ethiopian Wolf. Status survey and conservation action plan– y que sus autores –Claudio Sillero-Zubiri y David Macdonald– recopilaron con M. Hoffmann toda la información disponible en una monografía del año 2004 sobre cánidos africanos, aún queda mucho por averiguar, y sobre todo por hacer, en beneficio de esta especie.