Establecimiento especializado en la contratación de buceo en jaula, en la localidad de Gansbaai, considerada como la capital mundial en el turismo de observación de tiburones blancos.
Tiburón blanco en Suráfrica
Texto y fotos: Íñigo Fajardo, Justo Martín, José Rafael Garrido, Daniel de la Sen y Óscar Fernández
Miércoles 22 de octubre de 2014
Biólogos y naturalistas españoles han comprobado in situ como la leyenda negra de devorador de hombres que arrastra el tiburón blanco ha dado paso en Suráfrica, primer país en proteger a la especie hace más de veinticinco años, a un sorprendente cambio de actitud social. Aunque los ataques a personas son un hecho, el auge del turismo destinado a observar el tiburón blanco es un ejemplo de madurez y sentido práctico a la hora de abordar la conservación de este formidable animal.
La conservación de la fauna silvestre nunca ha sido tarea fácil y, probablemente, jamás lo sea. A la escasez de hábitats adecuados se une a veces la competencia con el hombre por determinados recursos, como en el caso del lobo (Canis lupus) y el oso pardo (Ursus arctos), que depredan sobre ganado doméstico, o en el del lince ibérico (Lynx pardinus), que captura conejos (Oryctolagus cuniculus). Cuanto mayor sea el solapamiento entre las actividades humanas y la especie amenazada, más complejo será aplicar una estrategia conservación verdaderamente efectiva.
Existen casos extremos que plantean auténticos retos. ¿Cómo conservar un animal que puede incluir en su dieta al propio ser humano? O dicho de otra manera, ¿cómo evitar que se extinga cuando casi todos desean verle desaparecer? El tiburón blanco (Carcharodon carcharias) es uno de los mejores ejemplos.
Muchas de sus poblaciones han desaparecido o están al borde de hacerlo en todo el planeta. Unas pocas, gracias a denodados esfuerzos conservacionistas y partiendo de una situación poco boyante, han conseguido estabilizarse e incluso aumentar. Sin embargo, esta tregua es frágil y el escualo debe poner a prueba continuamente su capacidad para adaptarse a un medio marino cada vez más hostil.
En los últimos años hemos viajado varias veces a Suráfrica, concretamente a la zona del cabo de Buena Esperanza, probablemente el mejor bastión mundial para el "arlequín o tiburón verdad", como lo llaman algunos viejos pescadores españoles. De la información que hemos recopilado sobre el terreno se deduce que las relaciones entre humanos y tiburones blancos en ese país africano han evolucionado hacia una situación positiva, aunque aún incierta.
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