una muestra del paisaje más característico de la isla de Corfú: pueblos rodeados de laderas tapizadas por olivos y cipreses.
Los paisajes de Gerald y Lawrence Durrell sesenta años después
Por José Ramón Guzmán
Miércoles 22 de octubre de 2014
¿Quién no ha sentido deseos de conocer la isla de Corfú, escenario de las correrías infantiles del naturalista inglés Gerald Durrell? Sin embargo, la actual Corfú ha dejado de ser ese rincón plácido y rural del Mediterráneo que describía en sus libros, para convertirse en un destino turístico bastante convencional. Pero todavía puede seguirse la pista dejada por Gerry y su familia.
Para muchos de nosotros, aprendices permanentes de naturalistas, la isla de referencia no está en el Pacífico, ni recuerda a un roscón de Reyes flotando en el reflejo esmeralda de un mar cálido e inabarcable. No digo que en algún momento de debilidad no sea así el paraíso soñado, pero normalmente nuestra querencia surca por otros derroteros. En ocasiones pone rumbo hacia el interior del Mediterráneo para viajar con la imaginación hacia un pedacito emergido donde las cigarras enloquecen la atmósfera en los interminables días de agosto, haciendo vibrar al aire.