Cómo llegan y qué riesgos ocasionan
Por Carmen Díaz, Judit Hidalgo y Natividad Pérez
Miércoles 22 de octubre de 2014
Un estudio realizado en Andalucía ha mostrado la verdadera cara de los galápagos exóticos que se venden como mascotas, sin información sobre riesgos e inconvenientes. No sólo pueden trasmitir enfermedades, como la salmonelosis. Tras ser abandonados por sus dueños en el medio natural, llegan incluso a criar y forman grandes poblaciones naturalizadas, que desplazan a nuestros galápagos autóctonos.
Las crías de galápagos o tortugas acuáticas se encuentran en todas las tiendas de animales. Se venden a bajo precio, junto con un pequeño recipiente para mantenerlas y un bote de alimento, que consiste en pequeños camarones deshidratados. Pero no se suele proporcionar información al comprador sobre los requerimientos de estos animales, que sirven habitualmente para satisfacer los caprichos de los niños.
Por eso este comercio tiene más parecido con el de juguetes que con el de animales, con la particularidad de que los galápagos no necesitan pasar un control de calidad ni demostrar que son adecuados para su manejo por el público infantil. El cliente de las tiendas de mascotas suele ser una persona amante de la naturaleza para quien cuidar un animal representa un reto. Sin embargo, éste no es exactamente el perfil de quienes compran galápagos.
A los pocos días de haberlos adquirido, los propietarios empiezan a darse cuenta de algunos inconvenientes: son bonitos, pero aburridos, y los niños se cansan pronto de ellos. Su mantenimiento no es tan sencillo como parecía y producen malos olores, por lo que requieren cambios frecuentes del agua. Hay que darles alimento a menudo y normalmente los niños no se responsabilizan de hacerlo, por lo que los padres acaban añadiendo a sus tareas rutinarias el cuidado de estas mascotas.
Si los galápagos consiguen sobrevivir, crecen más de lo previsto y hay que pasarlos a un acuario mayor, que produce todavía peores olores y en el que ya no es tan sencillo cambiar el agua. Consumen tanto alimento que su manutención resulta cara, aunque en muchos hogares se les acaba dando los restos de la comida de sus dueños.
Las tiendas de animales deberían asumir su responsabilidad y proporcionar información sobre la biología y los requerimientos de las mascotas que venden, de manera que los compradores puedan valorar antes de llevárselas si van a ser capaces de cuidarlas (Cuadro 1)