Nuevos retos para la gestión de la fauna
Por Joan Barrull e Isabel Mate
Miércoles 22 de octubre de 2014
Tanto el corzo como la cabra montés son especies de reciente aparición en el Parque Natural de la Sierra de Montsant, situado en la provincia de Tarragona. Al tratarse de grandes ungulados herbívoros y, sobre todo, de apetecibles trofeos de caza, su gestión y conservación plantea nuevos desafíos para los responsables de este espacio protegido.
La presencia de grandes ungulados en la sierra de Montsant (Tarragona) ya era conocida por los arqueólogos tras la aparición de restos fósiles de rebecos, cabras monteses y gamos en yacimientos epipaleolíticos, datados entre 10.000 y 5.000 años antes del presente. De ese mismo periodo, pero en otros puntos dentro de la misma comarca catalana del Priorat, también se hallaron vestigios de ciervos y corzos. Seguramente todos estos animales debieron representar un recurso alimentario, tecnológico y ritual para los grupos humanos de la época. Al parecer, nuestros ancestros que habitaron en la zona tras la última glaciación no eran del todo nómadas, ya que se desplazaban dentro de su territorio para cazar y acumulaban una gran cantidad de restos de comida siempre en los mismos lugares, en las cuevas y oquedades que habitaban. El cambio climático, la presión de los depredadores o la caza debieron impedir la subsistencia de estos grandes ungulados hasta nuestros días (1, 2, 3).
Hasta hace poco, los artiodáctilos salvajes estaban representados exclusivamente en el Montsant por el jabalí (Sus scrofa), única pieza de caza mayor que había en la región. Pero de un tiempo a esta parte se han incorporado dos nuevas especies a la ya variada fauna de la sierra, la cabra montés (Capra pyrenaica) y el corzo (Capreolus capreolus). La historia de su llegada es, ciertamente, dispar.
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