Por José Antonio González Oreja
Miércoles 22 de octubre de 2014
Nombrar, identificar y clasificar es el primer paso para conservar.
Sin embargo, la oportunidad que ofrece la investigación sistemática de la biodiversidad, y en especial la taxonomía, para entender y afrontar la actual crisis de extinción, no se ve reflejada en la importancia que se debería dar a esta línea básica de conocimiento.
En Quercus 269, el entomólogo José Alberto Tinaut, de la Universidad de Granada, publicó una tribuna sobre la poca atención que merecían en España los taxónomos. Indicaba además que este tipo de especialistas “debería ser considerado como un profesional de la biodiversidad, que desde los centros de investigación podría contribuir a un mejor conocimiento de ésta”. No es un lamento nuevo y expresa una más que justificada preocupación con respecto a la necesidad y la urgencia de la investigación sistemática de la biodiversidad, el marco que permite entender las características, la distribución y la historia evolutiva de los seres vivos de nuestro planeta.
La sistemática y, por extensión, la taxonomía, son esenciales para conservar y gestionar de modo racional la biodiversidad, inmersa en una crisis de extinción. Sin embargo, tanto el apoyo a la realización de inventarios como la formación de expertos en este campo ha disminuido en los últimos tiempos, lo que ha desembocado en un serio problema para el avance científico, el denominado “impedimento taxonómico”.
No es exagerado decir que así como la biodiversidad está en peligro de extinción, también lo están quienes se dedican a su estudio sistemático. ¿Cómo vamos a proteger la biodiversidad si antes no sabemos qué debemos proteger? Es necesario impulsar esta rama de la investigación y es urgente hacerlo ya, aunque parece haber diferentes puntos de vista a la hora de abordar el problema.
Algunos creen que la taxonomía debe convertirse en una ciencia de la información, con una estructura cibernética administrada desde Internet: una nueva forma de hacer sistemática que genere productos útiles y atractivos, que compita por recursos económicos con proyectos de gran calado, a imagen y semejanza del Proyecto Genoma Humano. El conocimiento acumulado de cada especie podría ocupar una página web y la suma de todas ellas formaría la “enciclopedia de la vida”. Otros opinan que la secuenciación de la macromolécula de la información genética (el ADN) y su aplicación en forma de herramientas que ayuden en la identificación, similares a los códigos de barras de los supermercados, pueden impulsar el renacimiento de la taxonomía.
Sin embargo, todas estas ideas podrían ser tan sólo mucho ruido y pocas nueces. El brasileño Marcelo de Carvalho y quince autores más publicaron en enero de 2005 en la revista Science (vol. 307, pág. 353), una carta manifiesto, “Revisiting the taxonomic impediment”, en la que defendían que la solución al impedimento taxonómico pasa más bien por el apoyo económico continuado a la formación de taxónomos de calidad. Con esta lógica, el verdadero limitante en la velocidad de conocimiento de la biodiversidad estaría en el trabajo de recolección de muestras en el campo.
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