Opinión

Se los llevará el viento...

Tribuna por Manuel Antonio González y Vicente Ena

Miércoles 22 de octubre de 2014
El nuevo Plan de Recuperación del urogallo en Castilla y León, con las expectativas que ha creado para algunas de las últimas poblaciones de la esquilmada subespecie cantábrica del ave, tiene ya ante sí la primera prueba de su validez: salvaguardar las zonas urogalleras de la montaña leonesa de la actual proliferación de proyectos eólicos.

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La proliferación de molinos eólicos en las mejores zonas en las que hasta la actualidad ha sobrevivido el urogallo cantábrico parece que va a terminar con una de las últimas bazas que le quedaban a esta subespecie en el medio natural. Es un claro ejemplo del doble filo de las energías renovables que tanto venden algunos de nuestros políticos entusiasmados con el cambio climático y el medio ambiente.

En el área cantábrica la distribución actual del urogallo no supone más del 10% de la superficie total de la cordillera. Los núcleos viables en un futuro inmediato para el ave se reducen a menos del 5%. Pero es en esa pequeña porción donde, de una u otra manera, ya se han comenzado a instalar diez parques eólicos, con una media de unos veinte molinos por parque.

El obstáculo que este tipo de obras supone para el mantenimiento de una población de urogallo cantábrico es más que evidente. Las nuevas pistas de entre seis y ocho metros de ancho, el tránsito de maquinaria pesada y la destrucción del bosque serán el preludio de unos gigantes energéticos que ayudarán a condenar a esta joya faunística al fracaso y el olvido.

Ningún país europeo donde el urogallo sufre declives de mayor o menor importancia se plantea siquiera instalar parques eólicos en zonas ocupadas por él. Pero en el caso cantábrico, con la subespecie de urogallo más críticamente amenazada a nivel mundial, esto parece no importar.
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