El torillo es probablemente la especie más escasa y amenazada de la avifauna española. Sin embargo, es posible que todavía puedan encontrarse algunos ejemplares en Andalucía. Para localizarlos es imprescindible estar atentos a su canto, emitido por las hembras, y sobre todo a los indicios que puedan dejar sobre el terreno: huellas, plumas, excrementos y restos óseos.
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Mayo de 2009: en pleno siglo XXI y por primera vez en la historia, un ejemplar de torillo andaluz (Turnix sylvaticus sylvaticus) es capturado, anillado, estudiado y soltado vivo por un equipo de biólogos y veterinarios. Podríamos esperar una primicia así en remotos bosques o lejanas montañas, pero ha ocurrido en Marruecos, en el Paleártico Occidental, sin duda la región del mundo con mayor tradición ornitológica y donde el conocimiento de las poblaciones de aves es más intenso. Esto dice mucho de lo escurridizo que puede llegar a ser el torillo; no en vano, la primera foto de un ave viva de esta subespecie se realizó hace sólo un par de años (1). Más de una década de trabajo ha culminado con el estudio, sobre el terreno, de un grupo de torillos en plena actividad reproductora. Muchas horas de observación directa nos han permitido conocer detalles de su biología y morfología, así como probar los métodos de muestreo ya conocidos (2) y descubrir otros nuevos.
Estas pequeñas aves pertenecen a un antiguo linaje tradicionalmente emparentado con las grullas y afines (Gruiformes), pero que en realidad conforman un único orden, el de los Turniciformes, con afinidades evolutivas más próximas a gaviotas y limícolas (Charadriformes) (3). La subespecie nominal, que es la que nos ocupa, forma parte de un complejo de nueve razas de una especie de amplia distribución (4), cinco de las cuales son endémicas de islas del sureste asiático y cuyo estado de conservación, aunque desconocido, seguramente no es mucho mejor que el de nuestro torillo. Otras tres razas cuentan con una amplia distribución en Asia y África y, aunque son todavía abundantes en algunos países del Tercer Mundo, no están libres de las amenazas que han llevado al torillo andaluz al borde mismo de la extinción en las regiones industrializadas.
El área de distribución del torillo en el Paleártico Occidental comprendía las zonas de clima mediterráneo de Túnez, Argelia y Marruecos, la isla de Sicilia (Italia) y parte de la península Ibérica. Pero, en la actualidad, sólo se ha confirmado su presencia en Marruecos (1, 2, 5, 6, 7), si bien es posible que aún queden poblaciones tanto en Argelia (8) como en España, donde en 2005 se recogieron registros no confirmados en Málaga (9) y en 2002 y 2007 en Doñana (10, 11).
Un ser vivo tan pequeño y discreto ha sido, casi siempre, dejado de lado. No sólo por las Administraciones públicas y la sociedad en general, sino también por científicos, ornitólogos y miembros de sociedades conservacionistas. Tal ostracismo, derivado de lo difícil que resulta detectarlo –y, por ende, estudiarlo– ha derivado en un desconocimiento casi total de su biología y estado de conservación. Lo cual retroalimenta un olvido recurrente, a pesar de que quizá se trate del vertebrado más amenazado de extinción de Europa. Sólo un puñado de apasionados naturalistas han estado interesándose por esta especie y reuniendo datos en los últimos treinta años. Gracias a su trabajo, ahora empezamos a saber cómo acercarnos a tan esquivo animal. Por tanto, lejos de tener conocimientos científicos básicos, damos aquí las primeras nociones, apuntadas ya en parte por Héctor Garrido (2), sobre cómo y cuándo buscar a esta escurridiza ave, así como algunas notas sobre su identificación.