La publicación del Catálogo gallego de especies amenazadas en 2007 hizo que el Gobierno autónomo solicitase una serie de estudios para conocer el estado de los anfibios allí incluidos y diseñar sus correspondientes planes de conservación: sapo de espuelas, salamandra rabilarga, rana bermeja, rana patilarga y ranita de San Antón. En 2008 y 2009 se revisó la situación de estas cinco especies, para lo que fue preciso visitar numerosos hábitats, tanto acuáticos como terrestres, distribuidos por la mayor parte del territorio gallego.
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Hasta los años ochenta del siglo XX sólo nos llegaban noticias esporádicas sobre las desapariciones o regresiones de anfibios. Pero a partir de los años noventa han ido acumulándose evidencias de un declive global que compromete su supervivencia. En la actualidad, casi un tercio (32’2%) de las especies conocidas se encuentran amenazadas de extinción en todo el planeta (1), una proporción muy alta comparada con la de mamíferos (23%) y aves (12%).
Las razones de este declive son diversas y están relacionadas con la extrema sensibilidad de los anfibios a los cambios ambientales, consecuencia de su biología y ecología: pequeño tamaño, ectotermia, piel sin estructuras protectoras y permeable a agentes biológicos o químicos y dependencia de hábitats tanto acuáticos como terrestres (2). Deben enfrentarse además a la pérdida de las charcas donde crían, a las alteraciones de los hábitats terrestres donde pasan la fase no reproductora y a la introducción de especies exóticas invasoras, que depredan tanto sobre los adultos como sobre los huevos y las larvas. A estos factores de riesgo habría que añadir el cambio climático, que fuerza a los individuos a modificar el uso de los hábitats y su fenología, o el incremento estacional de la radiación ultravioleta (UV-B), que reduce la tasa de nacimientos y la supervivencia. Finalmente, la contaminación química y las enfermedades emergentes, sobre todo la quitridiomicosis, son asimismo responsables de declives y extinciones.
La situación en Galicia es semejante a la del resto del planeta. Hasta hace poco, la alta diversidad del medio natural gallego, unida a su extensa red hidrográfica y al buen estado de conservación de sus humedales, había favorecido la abundancia de anfibios (3, 4). Sin embargo, a partir de la segunda mitad de los años ochenta esta situación se ha invertido y los medios húmedos gallegos se han visto profundamente alterados e invadidos por especies exóticas (5), lo que ha provocado una importante regresión de las poblaciones de anfibios (5-8). Aunque la mayor parte de los anfibios gallegos se han visto afectados, las cinco especies más sensibles fueron incorporadas al Catálogo galego de especies ameazadas en 2007 con la categoría de “Vulnerable”: sapo de espuelas (Pelobates cultripes), salamandra rabilarga (Chioglossa lusitanica), rana patilarga (Rana iberica), ranita de San Antón (Hyla arborea) y rana bermeja (Rana temporaria). Otras tres especies de anfibios también tienen categoría de “Vulnerable” en el Catálogo, pero sólo sus poblaciones insulares y son objeto de otra evaluación: salamandra común (Salamandra salamandra), tritón ibérico (Lissotriton boscai) y sapillo pintojo ibérico (Discoglossus galganoi).
A continuación, la Xunta de Galicia encargó un estudio que analizara globalmente la situación de las cinco especies continentales, así que entre 2005 y 2009 visitamos 2.810 medios acuáticos repartidos por toda la geografía gallega, incorporando datos propios inéditos obtenidos entre 2005 y 2007. Contamos, además, con los resultados del seguimiento de una serie de poblaciones de anfibios que he llevado a cabo personalmente desde hace treinta años (5) e hicimos un esfuerzo especial para que estuviera representada toda la diversidad de medios húmedos susceptibles de ser utilizados para reproducirse, desde encharcamientos en herbazales hasta lagunas y ríos. En cada uno de ellos se registró la presencia o ausencia de estas cinco especies y se estimaron índices de abundancia. También se recogió información sobre las características del hábitat, las alteraciones del medio terrestre o acuático y la presencia de especies invasoras. En 988 de estos enclaves (35’2%) no se encontró ningún anfibio, mientras que en 677 (24’1%) sí aparecieron pero no pertenecían a las especies amenazadas. Finalmente, en 1.145 (40’7%) pudo confirmarse la presencia de una o más de las cinco especies a incluir en el plan de conservación.