FAUNA URBANA
Texto y fotos: Juan Carlos Senar, Luïsa Arroyo, Iker Ruiz y Mats Björklund
Miércoles 22 de octubre de 2014
Los carboneros comunes que habitan en los parques de la ciudad de Barcelona no se intercambian con sus congéneres de los bosques colindantes. Estas poblaciones urbanas están formadas por individuos que son verdaderos ciudadanos y constituyen distintos linajes que han hecho de cada parque un reino.
Las ciudades se han considerado tradicionalmente un medio hostil para la fauna salvaje, debido a que su calidad ambiental es inferior a la de los hábitats naturales. Esta idea sugiere que los animales que buscan refugio en el entramado urbano forman una fracción desfavorecida que, debido a la saturación del hábitat natural, se ha visto obligada a migrar a las ciudades. Sobre estos cimientos, en los años setenta se postuló la teoría de “fuentes y sumideros”, según la cual los hábitats de mejor calidad permiten altas tasas reproductoras y producen un excedente de individuos. Debido a la propia saturación de estos hábitats “fuente” de alta calidad, una parte de los individuos excedentes se verían obligados a dispersarse hacía otros lugares de inferior calidad, denominados “sumideros”. La teoría presupone que las zonas “sumidero” no pueden auto-sostenerse sin el aporte de individuos de los hábitats “fuente”. Así pues, basándonos en esta teoría, la ciudad actuaría como sumidero de los bosques colindantes y necesitaría del aporte de esos individuos para poder mantener sus poblaciones.
Pues bien, un estudio recientemente publicado en la revista Biological Journal of the Linnean Society (Reino Unido), firmado por investigadores del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, en colaboración con investigadores de la Universidad de Uppsala (Suecia), demuestra que esta teoría no siempre se cumple (1). Para estudiar el grado de intercambio entre poblaciones de carbonero común (Parus major), no basta con marcar muchos individuos en las distintas localidades y ver si se entremezclan. Los carboneros del bosque pueden deambular por la ciudad, o viceversa, sin que tal presencia signifique que unos y otros estén establecidos allí. Para eso sería necesario que además se reprodujeran con los de la localidad de acogida y aportaran sus genes a la población. El único modo de demostrarlo es mediante análisis genéticos.
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