Nuevo paradigma para restaurar la vegetación
Texto y fotos: Francisco M. Padilla y Francisco I. Pugnaire
Miércoles 22 de octubre de 2014
Los proyectos para restaurar la vegetación se enfrentan a varios factores adversos cuando se ejecutan en zonas áridas: suelos pobres, alta insolación, falta de agua, vientos fuertes e intensa presión de los herbívoros. Para obtener mejores resultados, es preciso considerar el entorno como algo dinámico y heterogéneo. Pero, sobre todo, es imprescindible hacer una selección adecuada tanto de las técnicas forestales como de las especies a plantar.
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En condiciones de aridez, la vegetación recoloniza las zonas degradadas de una forma muy lenta y a menudo el proceso no culmina dentro del periodo de vida de un ser humano (1). Entre otros factores, el ritmo de la sucesión secundaria se ve afectado por la escasez de propágulos en las zonas circundantes y por la presencia de herbívoros, tanto domésticos como silvestres, que ramonean las plantas emergentes. Además, el carácter impredecible del clima Mediterráneo y las fuertes sequías hacen que las circunstancias favorables para el establecimiento de las plantas no aparezcan todos los años (2), lo que ralentiza aún más la regeneración natural de estos ambientes. Por lo tanto, las restauraciones deben acelerar el ritmo de colonización de estas zonas por parte de las plantas mediante el uso de determinadas especies clave (3). Pero no es una tarea fácil, ya que las plantas que se ponen en el campo están expuestas a duras condiciones ambientales durante los primeros años, que suelen saldarse con elevados porcentajes de mortandad (4). Así, por ejemplo, las altas temperaturas y la fuerte radiación solar, habituales en ambientes áridos durante el verano, pueden provocar daños irreversibles en el sistema fotosintético de las plantas. Por otra parte, los vientos fuertes y desecantes pueden partir los tallos y exacerbar el estrés hídrico causado por la escasez de precipitaciones. Y, finalmente, la fauna puede ramonear los tallos y yemas apicales de las plantas, afectando a su desarrollo o eliminándolas directamente. Como consecuencia de todas estas limitaciones es muy complicado restaurar la vegetación en zonas áridas degradadas, debido sobre todo a la escasa supervivencia de las plantas.
En consecuencia, a lo largo de los últimos años se han propuesto diversos procedimientos para aumentar el porcentaje de éxito en el establecimiento de las plantas cuando se acometen restauraciones en estos lugares. Las estrategias se han orientado en dos direcciones. Por una parte, se han tratado de mejorar las características del lugar de la plantación y la calidad de la planta mediante la adición de enmiendas orgánicas a los suelos, el endurecimiento de las plantas en el vivero y su inoculación con micorrizas (hongos simbiontes de las raíces). Y, por otra parte, también se han intentado atenuar las condiciones adversas que limitan la supervivencia de las plantas mediante la colocación de tubos protectores (5), el apoyo de matorrales como plantas nodriza (6) o la aplicación de pequeños riegos de establecimiento (4, 6). Sin embargo, se ha prestado mucha menos atención a la selección apropiada de las especies, con criterios basados en rasgos funcionales de las plantas (3, 7).
A continuación mostramos los principales resultados de unos trabajos iniciados en el año 2002 por el grupo de Ecología Funcional de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), en colaboración con la empresa Serfosur S.L., en la región más árida de la provincia de Almería. Nuestro objetivo era evaluar la efectividad de algunas técnicas usadas tradicionalmente en restauración y compararlas con otras más novedosas para aumentar la supervivencia de las plantas en zonas degradadas.
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