Opinión por Juan Carlos Rando
Miércoles 22 de octubre de 2014
En el Año Internacional de la Biodiversidad, Canarias no tiene nada que celebrar. A pesar de la rotunda oposición de la comunidad científica –incluidas ambas universidades canarias y el CSIC– y de las ONG, ha sido aprobado el nuevo y polémico Catálogo Canario de Especies Protegidas. Esta medida es una de las mayores agresiones a la conservación en una región integrada en un hotspot o zona con mayor biodiversidad del planeta.
En los territorios insulares, las poblaciones aisladas evolucionan dando lugar a fenómenos de especiación, que explican un elevado número de endemismos si lo comparamos con los territorios continentales. Por otro lado, una geografía limitada y la ausencia o escasez de grandes herbívoros y depredadores hacen muy vulnerables a las biotas insulares ante las alteraciones producidas por el hombre y las especies exóticas. Por ello las islas han servido para estudiar tanto los procesos por los que se originan las especies como, más recientemente, también aquellos por los cuales desaparecen. Son protagonistas importantes en la denominada Sexta Gran Extinción. En las islas tuvieron lugar más del 80% de las extinciones de vertebrados acaecidas en tiempos históricos, a pesar de que constituyen menos del 5% de la superficie del planeta. Y en las islas viven también muchas de las especies más amenazadas.
Algunos grupos de especies autóctonas de Canarias han servido a los investigadores como modelos para estudiar los procesos evolutivos. De la misma forma, se tiene constancia de la extinción de por lo menos un reptil, tres mamíferos y seis aves, especies endémicas todas ellas, además de otras muchas extinciones locales, tras la colonización humana del archipiélago. El impacto humano sobre especies y ecosistemas ha ido en aumento durante los últimos siglos y es ahora mayor que nunca antes. Muchos de los endemismos que sobreviven tienen una distribución relicta, es decir, sus poblaciones actuales son mucho más pequeñas y con una distribución ínfima si la comparamos con su estado original, hasta el punto de que se encuentran en una situación desesperada de conservación, como en el caso de los lagartos gigantes o del pinzón azul de Gran Canaria.
Muchas de estas especies son prioritarias para la Unión Europea en lo que se refiere a su conservación o merecen la máxima categoría de amenaza para la UICN. Prueba de ello es que se han beneficiado de numerosos instrumentos de financiación para garantizar su supervivencia, en forma de inversiones que han permitido acometer acciones (de conservación, divulgación y educativas), construir instalaciones y generar puestos de trabajo. Pues bien, en sólo unos meses esto ha cambiado, al menos para la mayoría parlamentaria de Canarias. La situación sobre el papel –no en la realidad– ahora parece ser otra según la Ley 4/2010, del Catálogo Canario de Especies Protegidas, publicada el pasado 9 de junio en el Boletín Oficial de Canarias.