Por Manuel Quintana
Miércoles 22 de octubre de 2014
Incluso las ciudades más grandes y pobladas del mundo pueden ofrecer buenas oportunidades para observar aves. Pekín no es una excepción y, tanto en sus maravillosos jardines como en los alrededores de la capital china, cabe encontrar especies muy apetecibles para los ornitólogos occidentales, aparte de algunas rarezas capaces de alterar el pulso al pajarero más curtido.
China es un país muy extenso y con una enorme variedad de hábitats: desde amplias llanuras esteparias y desérticas hasta húmedas selvas tropicales, y desde playas y mares cálidos hasta las más altas montañas del planeta. Por ello, su riqueza ornitológica es muy notable, con más de 1.300 especies registradas en todo el territorio.
Muchas personas aficionadas a la observación de aves viajan desde Europa a China con la intención de ver nuevas especies que son muy escasas o no habitan en el Paleártico occidental. Dejando a un lado los destinos tropicales, donde la variedad de aves puede llegar a ser mareante, el nordeste del país también recibe bastantes visitantes.
Un lugar muy frecuentado es la zona costera de Beidaihe, al este de Pekín, y la próxima Happy Island, así nombrada precisamente por los observadores de aves. Por aquí se canaliza una parte importante de los flujos migratorios desde Siberia oriental, por lo que pueden registrarse numerosas especies soñadas por los ornitólogos occidentales, tales como el vencejo mongol (Hirundapus caudacutus), el correlimos cuchareta (Eurynorhynchus pygmeus), el cernícalo del Amur (Falco amurensis), el ruiseñor calíope (Luscinia calliope) o el papamoscas papirrojo oriental (Ficedula parva albicilla), además de muchas otras que residen en la zona habitualmente. La mayoría son aves pertenecientes a las mismas familias que se distribuyen por Europa occidental, mientras que otras son meras subespecies, separadas por la enorme distancia.
Pero la meca turística del país es Pekín, la capital, y la ciudad con mayor abundancia de palacios y edificios antiguos, todos ellos con una enorme carga histórica. Pero un viaje para conocer el patrimonio histórico de la ciudad, sus construcciones modernas y sobre todo, su interesante humanidad, puede aprovecharse también para descubrir algo de la biodiversidad china y las sorpresas pueden ser mayores de lo esperado. En sus parques públicos, en los jardines de sus palacios o en la obligada visita a la Gran Muralla, se pueden descubrir no pocas de las especies o subespecies orientales, además de algunas netamente tropicales. La visita a Pekín y el rastreo de sus aves puede ser un suculento aperitivo para quien se dirija a otro destino, como fue mi caso, o un buen plato para digerir tranquilamente.