Por SECEM
Miércoles 22 de octubre de 2014
En circunstancias muy justificadas y sobre especies no amenazadas, con métodos selectivos y por profesionales cualificados. Así deberían hacerse los controles de depredadores según la Sociedad para el Estudio y Conservación de los Mamíferos (SECEM). Porque se trata de una medida excepcional que sin embargo se aplica de manera demasiado generalizada.
En España, el control de depredadores ha sido una herramienta tradicional de gestión habitualmente ligada a la actividad ganadera, pero también a la cinegética. Su uso indiscriminado es reconocido como una de las causas de desaparición de ciertas especies de carnívoros en amplias zonas de nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX. También poblaciones de aves rapaces, especialmente del grupo de las necrófagas, se vieron sensiblemente mermadas por este control.
A partir de la década de los setenta, la protección estricta de la mayoría de la fauna silvestre, así como la prohibición de su captura y el uso de los métodos de trampeo no selectivos, junto a otras políticas de conservación de los ecosistemas naturales, han permitido cierta recuperación de algunas de estas especies.
Mientras tanto, los cambios acontecidos en la sociedad española durante las últimas décadas, entre los que destaca sin duda el aumento de la sensibilidad por los problemas del medio ambiente, han supuesto una reducción de las prácticas relacionadas con el control de depredadores. En la mayoría de los pueblos ha desaparecido la figura del alimañero, no teniendo ya sus actividades continuidad generacional.
Pese a ello, la persecución de ciertas especies de carnívoros, sobre todo en zonas con relevante riqueza cinegética, continúa bajo el amparo legal de autorizaciones administrativas de carácter excepcional. Veamos por qué.
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