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Apuntes de ecología en un entorno de setos cantábricos

Interacciones entre plantas y animales

Miércoles 22 de octubre de 2014
por Ángel Hernández

Reunimos aquí varios episodios relacionados con la historia natural de los setos que aún separan parcelas y prados en el valle leonés del río Torío. Aunque parecen capítulos inconexos, permiten atisbar la enmarañada red de interacciones ecológicas y evolutivas de tan singular paisaje, cuya fisonomía también se asemeja a un complejo entramado.


En una definición sencilla, un seto es una línea de vegetación leñosa manejada por el hombre. Pero los setos pueden tener diferentes funciones y ser muy variados según su origen, estructura y composición florística, lo que determinará en buena medida su fauna (1). Por ejemplo, los dos factores que más influyen positivamente en la riqueza y abundancia de aves nidificantes son el tamaño (altura, anchura y volumen del seto) y la presencia y abundancia de árboles (2).

En España, la trashumancia entró en declive durante el siglo XIX y, gracias a las desamortizaciones, las tierras de la nobleza y el clero pasaron a ser de un elevado número de modestos propietarios. Desde entonces, el ganado se ha mantenido en pequeños terrenos cercados por setos. Pero esto también cambió en el curso del siglo pasado, cuando la ganadería extensiva sufrió los efectos de la conversión de pastizales en cultivos, del éxodo rural a las ciudades debido a la industrialización y de las concentraciones parcelarias. En la provincia de León, los setos o “sebes”, como son denominados por los lugareños, fueron otrora un elemento paisajístico muy extendido, pero actualmente también han desaparecido en su mayoría y los que quedan siguen amenazados por la concentración parcelaria (3, 4).

El valle del río Torío, situado al norte de la capital leonesa, acoge todavía una magnífica red de setos que delimitan prados de siega y diente, entre el bosque de melojos (Quercus pyrenaica) y el río. Durante los últimos veinte años se han estudiado allí varios aspectos relacionados con la ecología de estas formaciones vegetales, particularmente entre las localidades de Palacio y Pedrún, a lo largo de unos seis kilómetros de ribera. Con una densidad de más de tres kilómetros de setos por cada diez hectáreas y abundantes formaciones anchas y altas, compuestas por más de veinte especies de árboles y arbustos, este entramado alberga una fauna tan diversa que sobrepasa las cien especies de vertebrados (3, 5).

Algunos resultados de tales estudios ya se han divulgado en esta misma revista, como el ciclo anual de las comunidades de aves (6), el consumo de frutos de cornejo (Cornus sanguinea) por los papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca) en paso otoñal (7) o las relaciones del bonetero (Euonymus europaeus) con los insectos que polinizan sus flores y las aves que dispersan sus semillas (8). Veamos algunos más.


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