SEGUIMIENTO DE SEIS EJEMPLARES DE ORIGEN NORUEGO
Miércoles 22 de octubre de 2014
Nuevas tecnologías de seguimiento, como los geolocalizadores o la firma isotópica de las plumas, han revolucionado el estudio de las aves marinas. Su aplicación en gaviotas tridáctilas de Noruega ha revelado verdaderas migraciones para la especie, que la llevan incluso a las costas ibéricas.
por Jacob González-Solís y Teresa Militão
En 1822, en Alemania, una cigüeña malherida se convirtió en una de las primeras evidencias de que las aves son capaces de migrar grandes distancias. En su espalda llevaba clavada una flecha proveniente de una tribu africana. Desde entonces, la fascinación por el estudio de las grandes migraciones no ha hecho más que crecer. Después de más de cien años de anillamiento, conocemos bastantes detalles de los movimientos migratorios de las aves terrestres.
Sin embargo, hasta ahora las migraciones de las aves marinas seguían siendo básicamente desconocidas. Entre otras razones porque estos animales suelen morirse en alta mar y la recuperación de anillas es prácticamente anecdótica. Seguir sus movimientos es también complicado. Solo lo podemos hacer en puntos muy concretos de la costa o embarcándonos y sufriendo las inclemencias de observar aves en mar abierto, entre temporal y temporal. Todo ello para acabar descubriendo que la información resultante está muy sesgada en el espacio y en el tiempo, y tampoco nos dice ni el origen ni el destino del ejemplar que vemos.
Con las nuevas tecnologías, y en particular con la colocación de geolocalizadores a las aves (Cuadro 1), poco a poco vamos desvelando que lo poco que sabíamos suele ser además erróneo. Por ejemplo, la gaviota tridáctila (Rissa tridactyla) se consideraba una especie dispersora (1, 2) mientras que los geolocalizadores han desvelado que en verdad presenta múltiples estrategias migratorias y que muchas de ellas realizan una migración claramente direccional (3, 4).
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