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Evolución del turismo en la Antártida: impactos y tendencias futuras

Un destino caro y selecto, pero cada vez con mayor demanda

Texto: Luis Pertierra, Pablo Tejedo, Javier Benayas y Martí Boada Fotos: Javier Benayas y Martí Boada

Miércoles 22 de octubre de 2014
A pesar de la distancia y el elevado coste del viaje, los turistas llegan regularmente hasta la Antártida. El fuerte incremento de las visitas durante las dos últimas décadas ha generado nuevos retos de conservación para la que puede considerarse la última frontera virgen que queda en nuestro planeta.

La Antártida ocupa una superficie aproximada de 14 millones de kilómetros cuadrados, es decir, unas 75.000 veces el tamaño del Parque Nacional del Teide. Sin embargo, si sumamos a todas las personas que han visitado este emblemático destino a lo largo de la historia de la humanidad, incluyendo a investigadores, personal de apoyo de las estaciones científicas, cazadores de focas o ballenas, turistas, náufragos, periodistas, políticos y deportistas, sería equivalente al número de turistas que visitan el Teide en un solo mes de máxima afluencia. Aún así, la industria turística antártica ha vivido una fuerte expansión en los últimos años con respecto a la situación existente a principios de la década de los noventa (1).

La Antártida no es un destino cualquiera. Es una zona consagrada a la ciencia que no pertenece a ningún país, compañía, organización o individuo y que se encuentra protegida por diferentes tratados internacionales. Esto hace que se genere un escenario complejo en el que destaca la ausencia de un sólido conocimiento científico sobre los impactos producidos en los ecosistemas antárticos, tanto por los turistas como por los investigadores. Es cierto que existen una serie de rígidas normas que, en el marco del Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid, tratan de proteger este territorio. Entre estos instrumentos destacan las evaluaciones de impacto ambiental, las cuales deben realizarse para todas y cada una de las actividades desarrolladas en territorio antártico. Cada acción es individualmente aceptada, pero en muchos casos los impactos se van acumulando a lo largo de los años. Además, la actividad turística se concentra actualmente en unos pocos espacios de especial valor faunístico o paisajístico. Aproximadamente el 40% del volumen de visitas confluye en tan solo diez lugares (Figura 1). La continua expansión de las actividades humanas en la Antártida puede afectar seriamente a los valores naturales de estos entornos. La gran cuestión que se plantea desde la comunidad científica es: ¿está preparada la Antártida para asumir grandes volúmenes de visitantes sin que sus ecosistemas se degraden de forma irreversible?


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