Cuaderno de bitácora de un observador científico
Texto y fotos: Juan Manuel Martínez Carmona
Miércoles 22 de octubre de 2014
Todos los barcos de pesca que faenan en aguas de la Antártida deben llevar a bordo dos observadores científicos para verificar que las capturas se ajustan a la estricta legalidad vigente. El autor de este artículo ha desempeñado esa labor en varias campañas antárticas del palangrero Tronio, el único pesquero de bandera española autorizado para operar en aquellos caladeros.
Avanzada la primavera austral, una flotilla de quince barcos de diferentes países se dirige hacia la Antártida para pescar róbalos. Utilizan como arte de pesca el palangre de fondo, que consiste en depositar largas líneas de anzuelos, que pueden sobrepasar los 25 kilómetros de longitud, sobre el lecho marino. El océano Antártico alberga la mayor riqueza de fauna marina del planeta y la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) ha establecido las bases para un aprovechamiento racional de los ingentes recursos naturales que atesoran sus hielos y aguas. Se trata de hacer compatible la conservación de especies y ecosistemas con un aprovechamiento sostenible. De hecho, para poder faenar en aguas antárticas es necesaria una licencia específica que concede la CCRVMA. Los barcos están obligados a cumplir unas condiciones y limitaciones estrictas que no sólo tienen que ver con las cuotas de pesca o las vedas en determinadas zonas, sino con el cumplimiento de una normativa de conservación respecto a las aves marinas y los ecosistemas bentónicos (Cuadro 1). Respecto a las aves marinas se establece, por ejemplo, que la captura accidental de tres ejemplares por un mismo barco en un área determinada implica la suspensión de sus actividades pesqueras en esa zona. Además, se prohíbe arrojar cualquier tipo de residuo, orgánico o inorgánico, al mar. Para supervisar el cumplimiento de estas normas, y también para realizar trabajos de investigación, cada barco debe llevar a bordo dos observadores científicos, uno internacional y otro procedente del país que abandera el barco.
El Tronio, un moderno palangrero de 55 metros de eslora, es el único barco de bandera española que dispone de licencia para faenar en la Antártida. Un aspecto gratificante de la experiencia es comprobar la buena disposición que tiene la tripulación a la hora de asumir la normativa. Son conscientes de que la regulación beneficia su actividad económica y el mantenimiento de la profesión. Acostumbrados al principio de que “el primero que llega arrambla con todo lo que pueda”, comprueban cómo en los caladeros bien gestionados los recursos pesqueros perduran, alcanzan precios más altos y, además, las condiciones de trabajo mejoran porque las estancias (“mareas”) duran menos tiempo.