HIERBAS COMUNES
J. Ramón Gómez Fernández
Miércoles 22 de octubre de 2014
Las numerosas adaptaciones de la hierba cana le han permitido extenderse por la mayor parte de las regiones de clima templado del planeta, aunque en muchas ocasiones su presencia pase inadvertida.
La hierba cana (Senecio vulgaris) es una de esas plantas que casi siempre pasan desapercibidas. No llama la atención ni siquiera cuando florece, a pesar de que se encuentra distribuida por buena parte del planeta y sus flores aparecen en cualquier época del año. Europa parece haber sido su lugar de origen, aunque en la actualidad se ha extendido por todas las zonas templadas. Es significativo el hecho de que sólo dos siglos después del descubrimiento de América ya fuera citada en la costa este de los actuales Estados Unidos (1).
La hierba cana o zuzón es una planta herbácea de tamaño variable, cuyo porte oscila entre los 5 y los 30 centímetros. Tiene el tallo carnoso, poco peloso y quebradizo. Las hojas son blandas, alternas y con lóbulos muy desiguales; las inferiores algo pecioladas y las superiores sentadas. Sus flores se agrupan en una discreta inflorescencia formada por cabezuelas colgantes que con el tiempo se transformarán en frutos secos (aquenios).
Pero no debe engañarnos esta aparente fragilidad, pues ha desarrollado adaptaciones que le otorgan una alta eficacia ante sus competidores. La floración no se limita a una estación determinada, sino que se desarrolla durante prácticamente todo el año, de ahí que también sea conocida como “flor de once meses”. Una prolífica floración sin grandes alardes decorativos, de color amarillo pálido y que prescinde de las lígulas de las margaritas, con las que la hierba cana guarda un parentesco cercano. La polinización no será un problema en ninguna época del año, pues, aunque favorecida por los insectos, en el peor de los casos puede autofecundarse (autogamia).