Gorrión común (Passer domesticus) posado en un cable (foto: Gordon Ramel).
CIENCIA A PIE DE CALLE
Salvador Herrando Pérez
Miércoles 22 de octubre de 2014
En los años sesenta, la bióloga Rachel Carson hizo temblar a los sectores político y empresarial de los Estados Unidos con su libro La Primavera Silenciosa, un contundente ensayo sobre el impacto ambiental de los plaguicidas. La metáfora de aquel libro –una primavera sin cantos de pájaros– sigue vigente medio siglo después debido a la sostenida reducción de las aves en los campos de cultivo europeos, a merced de prácticas agrícolas poco sensibles con los servicios que la biodiversidad ofrece.
No hay pájaro más común que el gorrión. Lo vemos por todas partes en ciudades, pueblos, campos, montañas y playas. Estos pequeños emplumados se cuelan hasta en los centros comerciales y te sobrevuelan con la patata frita que acaban de birlar de un plato abandonado. Sin embargo, el deterioro de sus poblaciones ha sembrado preocupación entre los políticos europeos y el conjunto de la sociedad. A título de ejemplo, en el año 2002 la revista Nature publicaba un estudio encabezado por David Hole (Universidad de Oxford) sobre cuatro poblaciones genéticamente aisladas de gorrión común (Passer domesticus) en las granjas del condado de Oxfordshire (1). El número de individuos de una de las poblaciones disminuyó un 80% entre 1960 y 2000, mientras que las otras tres se mantuvieron estables. A las cuatro poblaciones se les suministró comida durante los meses más fríos y se contó el porcentaje de supervivientes entre inviernos consecutivos antes y después de dispensarles esa ayuda. Al finalizar el experimento, el aporte de comida sólo coincidió con un aumento en el número de supervivientes en la población en declive. Los biólogos británicos concluyen que la histórica merma de esa población radica en la alta mortalidad por escasez de alimento, ocasionada a su vez por la intensificación de la agricultura. Es sólo un caso entre los numerosos estudios que ya evidencian que el incremento de cosechas mediante intensa irrigación, abonado y protección química está sustrayendo recursos vitales para muchas especies de pájaros. Así, en las tres últimas décadas los censos de aves comunes en las regiones agrícolas de la Unión Europea, unas 120 especies, han arrojado un continuo descenso. También desde Oxford, John Krebs habla de una “Segunda Primavera Silenciosa” (2), en alusión a la metáfora de Rachel Carson.
Mejor cosecha, peor calidad
El ser humano ha convertido más de la mitad de la superficie terrestre en campos de cultivo y la ganadería ha alterado la mayor parte del resto. En los países industrializados, el área agropecuaria ha logrado estabilizarse, pero en los países en desarrollo continúa creciendo a expensas de hábitats naturales. No obstante, en la mayoría de los países la intensificación agraria prosigue para, entre otros motivos, tratar de alimentar a los cerca de 7.000 millones de habitantes que actualmente viven en el mundo, que se estima superarán los 9.000 millones en el año 2050. La seguridad alimenticia para tantas personas es un reto que compromete al medio ambiente.
Como vimos en esta misma sección el mes pasado (3), la salud de las abejas determina la abundancia de muchas cosechas. Pues bien, la de los pájaros indica la calidad del paisaje campestre y, también, de los alimentos que consumimos. Así, en Europa, los peores censos históricos de aves en cultivos corresponden a países donde la intensificación agrícola es mayor, particularmente en los campos de cereales de Bélgica, Francia, Holanda y el Reino Unido (4). La Unión Europea ha reaccionado adoptando esos censos como uno de los once índices maestros para evaluar su Estrategia para el desarrollo sostenible. Además, la Política Agrícola Común (PAC) ha creado, entre otras medidas, esquemas agro-ambientales que compensan a los agricultores por seguir prácticas respetuosas con el medio ambiente, como cuotas limitadas de fertilizantes o actividades ajustadas a las fases reproductivas de las aves. Tales esquemas han logrado revertir el declive de algunas poblaciones, caso del alcaraván (Burhinus oedicnemus) en Inglaterra, pero han demostrado ser ineficaces con la aguja colinegra (Limosa limosa) en Holanda. Muchos otros ejemplos avisan de que lo que funciona para una especie y en un país, no tiene por qué tener éxito en otros casos. Por este motivo, los esquemas agro-ambientales generan polémica entre investigadores y gestores ambientales. No en vano, la PAC absorbe ¡el 50% del presupuesto billonario de la Unión Europea!
Se han documentado los factores humanos que impactan sobre las poblaciones de muchas especies, a destacar los siguientes: los herbicidas destruyen las plantas que sirven de alimento a pájaros granívoros como el escribano cerillo (Emberiza citrinella); los insecticidas y la ganadería intensiva abaten los invertebrados que forman la dieta de ciertas aves insectívoras y omnívoras, como la perdiz pardilla (Perdix perdix), así como de las rapaces que se alimentan de ellas, caso del halcón peregrino (Falco peregrinus); el retraso de las siegas favorece la aparición de plantas más altas y dificulta la nidificación de la alondra común (Alauda arvensis); la desecación de praderas contrae el hábitat potencial de especies como la avefría (Vanellus vanellus); y otro tanto ocurre con el zorzal común (Turdus philomelos) en respuesta a transformaciones sufridas por el bosque, el matorral y los setos alrededor de las tierras de cultivo, lo que además sobre-expone a especies como el zarapito real (Numenius arquata) ante sus depredadores naturales.
En definitiva, todo aquello que resta diversidad al paisaje, o lo contamina a gran escala, enmudece nuestras primaveras.
Bibliografía
(1) Hole, D.G. y otros autores (2002). Widespread local house-sparrow extinctions. Nature, 418: 931-932.
(2) Krebs, J.R. y otros autores (1999). The second Silent Spring? Nature, 400: 611-612.
(3) Herrando, S. (2011). Zumbidos en el paladar. Quercus, 302: 50-51.
(4) Donald, P.F.; Green, R.E. y Heath, M.F. (2001). Agricultural intensification and the collapse of Europe’s farmland bird populations. Proceedings of the Royal Society B-Biological Sciences, 268: 25-29.