Ciencia a pie de calle

¿Pezgrandones? No, gracias

Adulto de gallineta del Pacífico (Sebastes melanops) y una larva de este pez vivíparo. Tras un corto periodo de gestación, las hembras liberan cientos de miles de larvas. La flechita roja señala la reserva de grasa que nutrirá a la larva hasta que puede valerse de fuentes de alimento en su hábitat. Las larvas forman grandes concentraciones en la columna de agua y constituyen una presa importante para aves y mamíferos marinos, así como para otros peces. Los adultos viven en fondos rocosos hasta los 400 metros de profundidad y son ictiófagos. Esta gallineta habita en aguas de la plataforma costera norteamericana, desde California hasta Alaska y las islas Aleutianas, en el Pacífico oriental (fotos: Steve Lonhart / NOAA y Colin Chapman).
Miércoles 22 de octubre de 2014
por Salvador Herrando Pérez

Pescadores profesionales y recreativos conocen la legislación que establece tallas mínimas de captura para muchas especies de peces. Recientes investigaciones revelan, sin embargo, que la pesca sostenible también puede depender de una explotación regulada de los peces más grandes, al menos en aquellas especies con una vida dilatada.


Los niños de los años ochenta sonreían ante sus televisores al ver los peces con chupete del anuncio ¿Pezqueñines? No, gracias, un lema del entonces Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que se sigue utilizando para concienciar a los consumidores de que no compren pescado inferior a cierto tamaño. La captura regulada de tallas mínimas forma parte de cualquier política pesquera y tiene como finalidad asegurar el crecimiento de la fracción juvenil de una población: “Una pescadilla de sesenta gramos pesará dos kilos dentro de dos años”, arengaba la citada campaña publicitaria. Este principio ha sido un bastión de la gestión pesquera que ha primado hasta nuestros días desde que el ictiólogo británico Ernest Holt sentenciara a finales del siglo XIX: “sería deseable que los peces tuvieran la posibilidad de reproducir su especie al menos una vez antes de ser destruidos.”
No obstante, la salud demográfica de las poblaciones de peces reside en los adultos, y no en todos por igual. En un artículo publicado en la revista Ecology, el fallecido biólogo estadounidense Steven Berkeley estudió la reproducción de la gallineta del Pacífico (Sebastes melanops) en las costas de Oregón (1). Estos peces viven hasta cincuenta años, alcanzan cinco kilos de peso y son vivíparos: las crías eclosionan dentro del seno materno, donde reciben nutrición durante un mes. En el parto de cada hembra, hasta un millón de alevines de menos de medio centímetro se aventura al ambiente pelágico, cada uno cargado con una mochilita de grasa. La tasa de mortalidad es máxima en esta fase del ciclo vital. Sin embargo, Berkeley encontró que los alevines que nacen de las hembras más viejas son los que cuentan con una mayor reserva de grasa, crecen más deprisa y soportan mejor la desnutrición. En el mar, los alevines mejor dotados tendrán más opciones de supervivencia porque invierten su reserva de vitelo en acelerar el desarrollo y extender el periodo de aprendizaje para buscar alimento por sí solos. En estudios complementarios, el equipo de Berkeley también ha medido que diferencias de diez años en la edad de las gallinetas adultas triplica el número de embriones fertilizados. Esto implica que el porcentaje de peces que llegan a adultos depende de la edad de sus progenitores.

Bibliografía

(1) Berkeley, S.A.; Chapman, C. y Sogard, S.M. (2004). Maternal age as a determinant of larval growth and survival in a marine fish, Sebastes melanops. Ecology, 85: 1.258-1.264.
(2) Hutchings, J.A. y Reynolds, J.D. (2004). Marine fish population collapses: consequences for recovery and extinction risk. BioScience, 54: 297-309.
(3) Anderson, C.N.K. y otros autores (2008). Why fishing magnifies fluctuations in fish abundance. Nature, 452: 835-839.