Editorial
Miércoles 22 de octubre de 2014
En diciembre de este año que acaba de empezar, la revista Quercus cumplirá 25 años. Además, el número que coincida con las próximas Navidades será el 250. No es que nos deslumbren las cifras redondas, pero algo haremos para celebrar ambos acontecimientos. Como ya hemos dicho en otras ocasiones, esta revista es fruto de una concatenación de factores muy poco probables. Para empezar, seguimos contando con un número considerable de fieles suscriptores y lectores, el cimiento más sólido de Quercus desde sus orígenes. También ha sido necesaria la complicidad de los sucesivos editores para mantener viva una revista que, no nos engañemos, nunca ha sido un gran negocio. Aunque bien es cierto que el reciente aumento de los ingresos por publicidad ha contribuido a darle una mayor estabilidad financiera. Y, por último, no es falsa modestia reconocer que todos los que han pasado por la redacción de Quercus han aportado mucho más que sus estrictas obligaciones laborales. Esta múltiple complicidad entre lectores, redacción y empresa es la fórmula que ha permitido sobrevivir a una revista muy especializada, de contenido crítico y, en no pocas ocasiones, hasta molesta para distintos poderes e intereses económicos.
Además, los casi 25 años que han transcurrido desde 1981 nos permiten tener una buena perspectiva del mercado editorial y valorar aún más, si cabe, el milagro de que Quercus siga siendo una realidad. Ahora estamos prácticamente solos en el quiosco y, sin embargo, nuestra situación es más o menos la misma de siempre. Con otras revistas ambientales o sin ellas, la fórmula de Quercus parece imperturbable. Al igual que la encina o el roble que da nombre a su cabecera, la revista se mantiene con solidez y humildad, capea estiajes y sequías, rebrota con fuerza cuando el año viene favorable y aguanta estoica los embates de la fortuna.
¿Qué cabe esperar para el futuro? Los lectores, como siempre, son los que tienen la última palabra. Pocas publicaciones han logrado establecer un vínculo tan estrecho con sus seguidores, de manera que nos mantendremos fieles a una línea editorial que, sin alharacas, ha demostrado sintonizar con la mayor parte de quienes se interesan honestamente por la conservación de la naturaleza en este país. No se trata de ser inmovilistas, sino de mantener unos criterios básicos y bien afianzados. Los contenidos podrán cambiar, como lo han venido haciendo a lo largo de estos años, pero Quercus seguirá siendo esa publicación incisiva e influyente, consagrada a debatir las políticas ambientales, a divulgar los avances científicos y a plantear las denuncias de las organizaciones ecologistas. Como decía un viejo militante y colaborador, “seremos pocos, pero estamos cargaditos de razón”. Los tiempos que corren no son los más propicios para tales mensajes, pero, precisamente por eso, es necesario que exista una revista como Quercus, capaz de aportar argumentos de peso al plato contrario de la balanza.