Ejemplares subadulto (izquierda) y adulto de cigüeña negra en la orilla de un humedal. Zonas tranquilas con cursos fluviales, embalses y lagunas son fundamentales para la alimentación y reposo migratorio de estas aves. Foto: Fernando de Antonio.
UN PROYECTO LIFE ENSEÑA A ADECUAR LOS USOS HUMANOS A LA ESPECIE
Miércoles 22 de octubre de 2014
La cigüeña negra, tan emblemática del monte mediterráneo, es muy sensible a la alteración del hábitat. La buena noticia es que, gracias a las lecciones aprendidas de un proyecto Life, ya se pueden dar pautas y aplicar medidas para compatibilizar usos y actividades humanas con la presencia de la especie en sus áreas de cría, alimentación y concentración migratoria.
por Rubén Moreno-Opo, Francisco Guil, Ángel Arredondo,
Rafael Higuero, Manuel Martín, Nuria El Khadir y Javier Oria
La cigüeña negra (Ciconia nigra) habita bosques mediterráneos del centro, oeste y suroeste de España, donde su presencia se extiende mayoritariamente desde marzo a septiembre. Entre esos meses se detectan tanto los ejemplares reproductores como los grupos migratorios que atraviesan la península Ibérica desde latitudes centro-europeas hacia regiones subsaharianas y viceversa (1). Existe también un contingente invernante distribuido principalmente por las marismas del Guadalquivir, la desembocadura del río Guadalhorce (Málaga) y distintas áreas de regadíos y embalses de Extremadura (2).
La población reproductora española de cigüeña negra ronda las 350-400 parejas y su dinámica y evolución, en general, se desconocen con exactitud (3). Catalogada como “Vulnerable” en España, se ve especialmente afectada por molestias en las zonas de cría, ya que es muy sensible a las perturbaciones que se producen en torno al nido, sobre todo cuando nidifica en árboles, en comparación a cuando lo hace en roquedos. La cercanía de personas que realizan actividades de recolección, gestión forestal –por ejemplo eliminación de restos, descorches, repaso de caminos y cortafuegos– y ganadera u observación de aves puede causar el fracaso durante la incubación o dar lugar a una mayor vulnerabilidad de los pollos ante diversos depredadores o inclemencias meteorológicas.
Las molestias en las áreas de alimentación constituyen otro factor de riesgo. En el monte mediterráneo, charcas, ríos, arroyos u otro tipo de humedales donde se alimenta la especie son escasos y, dependiendo de la pluviometría, estacionales. Si además se producen en ellos actividades humanas (extractivas, de ocio o deportivas), las cigüeñas negras pueden dejar de usar estos lugares.
Además, durante la migración, numerosos embalses y lagunas del suroeste peninsular son puntos importantes para el descanso de las cigüeñas negras, así como para su alimentación, cuidado del plumaje o formación de bandos, por lo que es muy importante mantener la tranquilidad en estas zonas (1, 4, 5).
La pérdida o alteración de los hábitats es la principal amenaza a la que se enfrenta la fauna a nivel global y ello no es excepción para la cigüeña negra (6). La destrucción de masas forestales maduras, la modificación de la estructura del arbolado o el cambio de los usos del territorio pueden condicionar la disponibilidad de hábitat favorable para la reproducción (3). Actualmente, Castilla y León y Castilla-La Mancha disponen de planes de recuperación para la especie. En ellos, las acciones de protección y gestión activa del hábitat están consideradas las más importantes para mejorar el estado de conservación del ave. Otras amenazas son la usurpación de nidos por parte de otras especies como el buitre leonado (Gyps fulvus), la depredación de pollos en nido por rapaces como el búho real (Bubo bubo) o carnívoros como la garduña (Martes foina) y las muertes no naturales producidas por electrocución y colisión en tendidos.
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