Estado en el que quedó una de las salas del Museo de Historia Natural Tomás Romay (BIOECO), en Santiago de Cuba, tras el paso del huracán Sandy. La pérdida de fondos de colecciones, informaciones y documentos todavía está por valorar, pero se teme lo peor en algunos casos (foto: Antonio Melic).
Tribuna
Miércoles 22 de octubre de 2014
Un museo de historia natural de Cuba sirve de muestra de los efectos devastadores que ha tenido el reciente huracán Sandy. Nos lleva también a reflexionar sobre el tratamiento mediático tan diferente que reciben este tipo de desastres según el lugar y las circunstancias en los que se producen.
Antonio Melic
amelic@telefonica.net
Tengo la convicción de que las noticias cada día dependen más de los lugares o nacionalidades de los protagonistas que de la auténtica realidad de los hechos noticiables. Por ejemplo, para los telediarios españoles pasan más cosas en Madrid y Barcelona que en el resto del país. La razón no es que allí haya más gente, es que allí están los periodistas.
Un accidente de tráfico con víctimas mortales en la Castellana o las Ramblas tiene imágenes aseguradas y becario desplazado al lugar de los hechos. Pero también una manifestación, una corrupción política o el salvamento de una simpática mascota en peligro. “Lo que no ocurre en mi pueblo, no existe”, podría ser el lema de muchas cabeceras y programas.
Esto es algo que va más allá de las costumbres nacionales, aunque ello no represente ningún consuelo. Todo el mundo sabe que un muerto americano –es decir, de Estados Unidos– es informativamente mucho más importante que un muerto palestino, chileno, español o filipino. Hay clases. Y para demostrarlo –como si hiciera alguna falta– quiero compartir con los lectores lo ocurrido recientemente con el paso de Sandy.
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